lunes, 5 de diciembre de 2016

Soñar cosas queridas



Hay una polémica olvidada en torno al “idioma nacional de los argentinos”, nacida al calor de un planteo audaz que decía justamente éso: que nosotros hablábamos una lengua propia y que hablarla era parte de nuestra emancipación como pueblo y como nación. Los que se animaron a sostener tamaña osadía (tanto en las primeras décadas del siglo XIX, como a principios del siglo XX), cobraron como locos. Les dieron para que tengan y guarden.

Sin embargo, dejaron sembrada una cuestión que siguió estando, justamente, en boca de todos o casi todos. Borges mismo se ocupó del asunto y terminó concluyendo que no había un “idioma argentino” pero sí “un matiz de diferenciación (…) que es lo bastante nítido como para que en él oigamos la patria (…) Pienso en el ambiente de nuestra voz, en la valoración irónica o cariñosa que damos a determinadas palabras, en su temperatura no igual”.

Tiene su encanto, pero no deja de ser una manera elegante de dar por concluida una disputa y dejar al idioma en manos de sus detentadores letrados y cultos, y a salvo de sus variantes populares y plebeyas. A la vez, deja afuera algo del alma de los hablantes que se hace presente entre quienes usamos el “voseo” como un trato entre iguales, sin jerarquías ni reverencias. El voseo es bastante más que una temperatura emocional, es un radical anhelo igualitario.

La música popular de Buenos Aires siempre tomó en cuenta el idioma de la calle, y el lunfardo y sus mezclas fueron modos de sostener una lengua propia en contra de la lengua oficial pero dentro de ella al mismo tiempo. En este contexto, cuando acudimos al sonido de un “Chiflido” sabemos que vamos al encuentro de algunas de esas voces plebeyas cargadas de pertenencia, emoción e identidad. Es decir: vamos a escucharnos a nosotros mismos.

Este folletín tiene mucho de chamuyo encarador, como pasa en cualquier milonga que se precie, pero no es puro barullo sino más bien una esperanza de “bellas criaturas danzantes que al son de la orquesta parecen flotar”. Hay que ser muy chambón para no irse detrás de las fintas de “La Piba Uau”, o para no comprender que un sueño que dura una noche es un sueño que dura una vida. Estos llamados y estas canciones también son parte del idioma nacional.

Claro que no faltan ni el desconsuelo del pobre, ni esos hachazos que pegan duro cuando “la vida es rezongo de cosas perdidas”. Pero este “Chiflido” es un convite a festejar los aromas de amor que perduran cuando somos capaces de celebrar la vida con palabras y músicas que nos pertenecen en cuerpo y alma, y nos “vosea” que no nos olvidemos que tenemos una lengua propia y que cantarla es parte de nuestra emancipación como argentinos y argentinas. Porque en el Sur soñar es más lindo cuando soñamos con cosas queridas.

Por Carlos Semorile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario