jueves, 9 de abril de 2015

La gloriosa Avenida de Mayo



Fue la semana pasada. Tuvimos una de esas trajinadas mañanas de trámites en el centro. Para resarcirnos, compartimos un sandguchito y una gaseosa en la Plaza Roberto Arlt, siempre fiel al laburante y al ocasional paseante del engorroso microcentro. Luego, ya repuestos, unos pasos más hasta la Avenida de Mayo, a esperar los respectivos bondis, cada uno a sus cosas. El 56 se demora como una novia, dándonos tiempo para apreciar todas las bellezas que nos ofrece la Avenida de Mayo bajo este benigno, amoroso otoño. Ella parte, y camino numeración abajo buscando una parada que, al final, está a las puertas mismas del Café Tortoni. El 64 también remolonea y sigo disfrutando de la brisa que viene del río y mece las ramas de esos bellos y añosos árboles que también mi abuelo, devoto habitué de los cafés de la Avenida de Mayo, debió amar en sus estadías de provinciano trashumante.

Me acuerdo que hace pocos días estuvimos en la Plaza, y evoco no todas, pero sí algunas de las veces que las multitudes caminamos esa avenida que resume –como la Plaza- buena parte de nuestra historia política. En esas estaba cuando, desde el Tortoni, surgió una pareja de extranjeros acompañados de una muchacha hippie chic, su guía en Buenos Aires. La joven para un taxi y a las apuradas, mientras hace un gesto ampuloso que abarca todo a su alrededor, escucho que les dice: “Esta es la avenida de la marcha de Nisman”. Ellos asienten y le echan una mirada impropia al entorno, como si fuesen a llover paraguas y fiscales. “Ah, sí?”, pienso para mí: “La sorpresa que  te vas a llevar en octubre, piba!!!”. Y hoy me encuentro con esta foto de Cristina rodeada por las nuevas jubiladas, esas que también van a dar el batacazo, y al fin me decido a escribir este desagravio a nuestra gloriosa Avenida de Mayo.

Por Carlos Semorile.

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