miércoles, 22 de octubre de 2025

Agnotología pampeana


 

Si como muchos creemos, el domingo a la noche estaremos festejando el triunfo de Fuerza Patria y la derrota inapelable de los seguidores del Ungido, será porque también le habremos propinado un golpazo a la “agnotología”. Dos años atrás me enteré –gracias a Leo, el primo de mi compañera- que la mencionada disciplina se dedica a sembrar la ignorancia para así sacar provecho del desconocimiento de la población.

 

Alguno puede pensar, y le asiste todo el derecho, que lo único novedoso es el nombre, ya que siempre existió el problema de que las grandes mayorías no tuvieran elementos para dilucidar el origen de su miseria. Desde el socialismo utópico al científico, se debatió con intensidad cuál era la mejor manera de descorrer el velo que impedía la toma de conciencia necesaria para que las masas, una vez esclarecidas, hicieran la revolución.

 

En estas pampas, siempre tan vilipendiadas cuando se trata de compararnos con la “civilizada” Europa, tuvimos el privilegio de contar con una serie de pensadores que, desde el Revisionismo Histórico al Pensamiento Nacional, se dedicaron a triturar las zonceras –para decirlo al modo jauretcheano- que embretan las mentes de nuestros compatriotas y que son “agnotológicamente” inducidas para mantenernos sometidos.   

 

Uno de estos patriotas, Scalabrini Ortiz, contó el caso de un comerciante que solía asistir al sótano de FORJA, pero nunca comprendió que sus vaivenes económicos eran un reflejo preciso, matemático, de la malaria de la Década Infame y de la bonanza peronista. En su ignorancia, criticaba al gobierno que le había permitido salir de pobre y se negaba a escuchar los vaticinios del correntino. Estaba tan perdido que Scalabrini escribió: “No le oí ni una sola palabra de agradecimiento para nadie”. Les suena, ¿verdad?  

 

Cada vez que recuerdo esta anécdota (narrada en “Bases para la reconstrucción nacional”) pienso que no alcanzó: que en el 55 y en el 2015 hubo muchos compatriotas solapadamente entrenados para escarnecer a los probos y enaltecer a sus verdugos. Así les fue, y así nos va porque, más allá de los formidables logros materiales y espirituales, la “agnotología pampeana” produce seres desdichados: putean a quien le deben gratitud.  

 

Como decía al inicio, creo que el domingo las urnas castigarán este experimento macabro que tiene a la crueldad como marca heráldica y a la entrega como fin desembozado. Pero también pienso que, a esta altura de los desgraciados sucesos de los que todas y todos somos testigos, no deberían sacar ni medio voto, no al menos entre aquellos que se cuentan entre sus víctimas. Porque una cosa es ser testigo, y otra es ser cómplice.

 

Por Carlos Semorile.

viernes, 10 de octubre de 2025

Intemperie


 

Cientos de miles de palestinos regresan, a partir de un precario y -ya violado por Israel- alto el fuego, hacia el norte de Gaza. Los espera la intemperie más feroz: la de sus barrios arrasados, la de los miles de muertos entre los escombros, la de sus escuelas, hospitales y demás edificios públicos reducidos a polvo y cenizas, la de los servicios inexistentes, la acechada por las fuerzas sionistas de ocupación.

El retorno a su tierra está atravesado por la más angustiante incertidumbre. No es que no sepan lo que les espera, porque justamente vienen de haber padecido “todas las formas de menoscabo de lo humano”. Sus vidas han sido supliciadas en el altar de un supremacismo que, por la boca de sus líderes, no ha vacilado en considerarlos menos que humanos, y por un proyecto imperial que los necesita exterminados.

Es un pueblo que conoce como pocos lo que significa resistir desde la intemperie, sin que los asista nadie porque sólo han contado con la solidaridad simbólica de los pueblos del mundo, pero no de los gobiernos y mucho menos de los organismos internacionales que, salvo algunos casos puntuales, no han hecho nada por impedir la monstruosidad de un alevoso genocidio que el planeta ha visto suceder en tiempo real.

El dizque acuerdo de paz no los contempla como sujetos de derecho, y es probable que sus tierras sean convertidas en una riviera israelí que repita, en un nivel fastuoso, lo mismo que vienen haciendo desde 1948. Y si esto llega a ser así, la intemperie nos alcanzará a todos.

Por Carlos Semorile.