viernes, 10 de julio de 2020

Liderazgo demencial


El 26 de diciembre de 2009, Sandra Russo publicó un artículo en Página/12 que resultó profético. Allí hablaba de ciertos sectores de la sociedad argentina que estaban a la espera del surgimiento de un “liderazgo bestial” para canalizar sus ansias criminales: “Nuestra veta fascista tiene sus dirigentes, pero tiene también muchos voceros en las calles, hombres o mujeres comunes y corrientes que de pronto se entreveran en conversaciones en las que piden matar a unos cuantos. La muerte es una de nuestras tradiciones. Una pulsión argentina que se regodea en soluciones finales. Matarlos a todos es una ilusión degenerada. Hubo una época reciente en la que los mataron. A todos los que pudieron (...) Este año, uno ha tenido la sensación de que si apareciera un liderazgo bestial, tendría sus bases en esa gente que tiene mucho y no quiere perderlo, o en los que tienen muy poco, quizás un freezer y un auto, o una casa propia y un plazo fijo en el banco, y sin embargo arengan la muerte de los que tienen menos que ellos”.

Seis años después, ese “liderazgo bestial” se materializó durante la regencia delincuencial de Macri y sus cómplices, la que pasará a la historia como una experimentación de tipo fascista con sostén electoral.

En la encrucijada actual, en un contexto de pandemia y de una crisis mundial que aún no conoce un nombre adecuado que exprese su singularidad, esos mismos sectores sociales de los que hablaba Sandra Russo en su artículo de 2009 se encuentran ya no a la espera de un nuevo “liderazgo bestial”, sino de un “liderazgo demencial” que dé cuenta del grado de desquicio y de envilecimiento que ellos propugnan.

Lo que está discusión es el poder y, como “la lucha por el poder es la lucha por el lenguaje”, debemos llamar las cosas por su nombre. Estamos frente a una extrema derecha que pide a gritos un “liderazgo demencial” que termine con el mandato democrático del gobierno popular. Sería bueno que Alberto recuerde que Jauretche decía que “conducir y profetizar son cualidades inseparables”, y que alcance a dimensionar las delicadas celadas que le tienden sus nuevos “amigos”. 

Por Carlos Semorile.

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