No recuerdo haber vivido otro período histórico en el
que la Plaza de Mayo haya sido tan asiduamente “la plaza de nuestras
libertades” como lo fue, y lo sigue siendo, en estos diez años kirchneristas.
Durante “la década ganada” hemos colmado muchas veces “La Plaza”, derramando en
ella, y en sus alrededores, manifestaciones de porfiada lucha, del dolor más
inesperado y gigante, de aguante con el ceño fruncido y el nervio atenazado y
alerta, pero también de intenso disfrute, de felicidad propia y de dicha
compartida. Nada humano le es ajeno a nuestra plaza, y quien no la haya
transpirado en multitud podrá acaso ubicarla en un mapa, pero difícilmente la
lleve, como a un amante a su amada, bien adentro de su corazón.
Ayer, 25 de mayo, volvimos a ella con la alegría del
anunciado festejo. Nos esperaban la música, la danza, el asombro por los
espectáculos futuristas, y la renovada esperanza de encontrarnos con el flamear
de las banderas, el cantito ingenioso que nunca falta, la frase genial que
alguien estampó con trazo grueso en una cartulina, el olor de las parrillas y
los rostros desconocidos de tantos hermanos. Pero también llegamos a La Plaza
como Pueblo que vuelve a sus orígenes y reedita el mito patrio de querer saber
lo que nos pasa y, desde allí, tomar las riendas del común destino. Dicho en la
lengua de estos tiempos maravillosos: fuimos a escucharla a Cristina.
Créanme aún aquellos que no se permiten vivir la
bella emoción de la esperanza: una multitud pocas veces reunida cesó sus
cánticos y voceos para oír, con expectativa y anhelo, la palabra de la
Presidenta. No es extraño que así suceda, bien lo sabemos todos aquellos que
esperamos sus discursos para escuchar la genuina voz de la nación y, al mismo
tiempo, el grado más alto de una renacida conciencia argentina. Por estas
poderosas razones, las alocuciones de Cristina son seguidas por muchedumbres en
trance de encontrar en ellas la verdad que los medios hegemónicos ocultan,
tergiversan y deforman. La autenticidad, la exactitud y, en última instancia,
la realidad están ausentes de “la cadena nacional del desánimo y el miedo” y es
por ello que ayer, lejos de irse, las mujeres, los hombres y hasta los niños
ocupaban estoicamente su conquistado pedacito de suelo en espera del mensaje de
la Presidenta.
De entre las muchas cosas que Cristina dijo, me
resulta sustantivo que haya planteado que “esta plaza no es una plaza de ayer
ni de hoy, es una plaza de futuro, de porvenir, es una plaza y una Patria
preñada de esperanzas, de sueños, de ilusiones”. Y aquí la Presidenta habla por
los cientos de miles que pensamos que el dilema, la encrucijada, es entre dos
épocas: una nos permite tener un presente cada vez con mayor dignidad, y nos
proyecta hermanados hacia el porvenir; la otra, es el retorno al pasado, a la
fragmentación, el abatimiento y la desdicha. Por eso, querida Cristina,
entendemos tu desvelo, que es también el de todas y todos, nuestro común
desvelo de que nadie nos robe lo que tanto nos ha costado. Es un desvelo que
debemos resolver en la vigilia de cada uno de los días que vendrán, con la
musculatura alerta y la inteligencia extremada hasta sus confines. Para seguir
conquistando, como trabajosamente lo venimos haciendo, la plenitud de nuestras
potencialidades materiales y espirituales.
Por
Carlos Semorile.
BRAVO, BRAVO, Carlos, Con el corazón hinchao' como dicen los boricuas, me ha conmovido la maravillosa experiencia, que protagonizaron. Cuanta emoción en tus palabras a un día de haber vivido esa maravillosa experiencia, recordar el suceso más importante de la historia de tu país como lo fue la Revolución de Mayo y esa emoción que trasmite tu relato, lo sentí en mis venas, porque también lo viví cuando colmábamos los espacios para ver al comandante donde también se conjugaban sentimientos de temor ante tanta multitud, pero también con la emoción que nos trasmitíamos unos a otros. Pero lo más hermoso de tu descripción, es realzar el valor tan importante que tiene para los Argentinos su histórica plaza, tanto como amarla como a un amante a su amada, y parafraseando la cita de Seneca así debe ser, amamos cada rincón de nuestra historia, en este caso su plaza, no por bella, o por sus espacios físicos sino por lo significativa que es para su país, por ser de ustedes, así con verdadero sentido de pertenencia, así demostraron que aman su historia, su país, su plaza porque fue allí donde triunfo el pueblo y la revolución. Sin duda que unido a ustedes, estaba el espíritu de aquella manifestación que en 1810 reclamaba a gritos ¡El pueblo quiere saber de qué se trata! 203 años después el pueblo esperaba alerta y a gritos silenciosos la voz de su querida Presidenta, confirmando una vez más que ese pueblo no lucho en vano, ni aro en el mar, Y que juntos con el pasado recordando su historia, viven el presente, añorando que el futuro sea tan o quizá más que el que están disfrutando con esta revolución. Viva Argentina y su legado tan histórico para la humanidad.
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