lunes, 17 de agosto de 2020

La incumbencia del rosquete

 Quienes creímos que el 10 de diciembre pasado habíamos terminado con la pesadilla de la meritocracia y su prédica, pecamos de ingenuos. Una reciente campaña publicitaria gráfica de una de las prepagas más onerosas, dice: “Cuidarse es cuidar al orto”. El desliz revela, cual lapsus, la ideología profunda de los “ceos” de las compañías que lucran con la salud. Si abreviamos la frase, cual lingüistas en busca de sentido, obtenemos un destilado del pensamiento liberal: “Cuidarse el orto”.

 Sin llegar a este grado de grosería, pero sin restarle nada tampoco a la esencia de su filosofía robinsoniana, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires –bah, el Larretismo- sostiene que la incumbencia del propio rosquete debe estar por encima de asuntos tan comunitarios como una pandemia. Y sus votantes, convencidos de ser “vecinos” antes que ciudadanos, salen en manada a los espacios públicos porque, como buenos consumidores, ellos son obedientes adoradores del mercado.   

 Pero no se trata sólo del Larretismo –expresión, transitoria al fin, del espacio liberal/reaccionario del país argentino-, sino de aquello que señalamos al principio, la ideología meritocrática que les hace creer a unos cuantos que están más allá del igualitarismo rampante con que el virus se manifiesta, sin atender a cuestiones de pedigrí. Según este relato, alcanzaría con una serie de comportamientos de distancia social que no se verifican en la realidad y, sobre todo, que nadie controla.

 Y este es el punto al que es inevitable arribar: el Larretismo -como cualquier otra variante del liberalismo- propugna la ausencia del Estado porque, a no ser que el Estado sirva para financiar la timba de sus amigos “robinsonianos”, quiere perpetuar la orfandad de los excluidos. ¿Para qué precisamos del Estado si basta y sobra con el comportamiento responsable que “tan buenos resultados viene dando”?

 Que esto lo diga “Horacio” vaya y pase, pero que lo repita textual el secretario Lammens prometiendo temporada en Mardel, y pasando por encima de los dichos de Alberto, de Axel y de Gollán, es muy turbio.

 La teoría del rosquete soberano puede que funcione al interior de empresas que engullen a sus empleados como engranajes descartables de maquinarias impadiosas, y aún así siempre llega el momento en que necesitan del “salvataje” del Estado. Nada muy distinto va a ocurrir luego del “covid-fest” que se está desarrollando hoy en la zona norte de la capital: los bocinazos de hoy son las ambulancias de mañana, y habrá que ver, si como dice un viejo son, “no hay cama pa´ tanta gente”.

 Y como ese problema va a caer sobre nuestras espaldas, hay que advertir que nos están empujando a la última trinchera, allí donde no alcanza con ser “comentaristas” del desmadre de los upites desolados.

 Por Carlos Semorile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario