lunes, 11 de noviembre de 2019

Exterminad a todos los salvajes


(Sin pretensión alguna de originalidad, el presente escrito busca –en todo caso- refrescar algunas constantes de nuestra tragedia americana).

El ensayista sueco Sven Lindqvist escribió hace ya tiempo un libro fundamental que, como corresponde, casi no se conoce, pese a que tenemos la fortuna de contar con una edición de la UBA disponible a un precio irrisorio. Es, creo, indispensable leerlo en estos tiempos de resurgidos golpes imperialistas.

¿Qué tiene de especial este libro, cuyo título nos reservamos para no adelantar conclusiones? Para empezar, tiene la virtud de ser la obra de un europeo que se anima a correr la delgada capa de barniz civilizatorio con que las potencias de la vieja Europa adornan sus conquistas. Una vez descorrido el velo, aparece la animalidad más primitiva y básica que desemboca en la brutalidad y en el asesinato:

“Nuestra exportación más importante -reflexiona como europeo Sven Lindqvist- era (y es, actualizamos nosotros) la violencia”. Para Lindqvist, el origen de todas las violencias imperiales está en una falaz pero inconmovible idea de superioridad: “En África, Australia y América y en todas las miles de islas de los mares del sur, viven razas inferiores. Tienen -quizás- distintos nombres y tienen entre ellos pequeñas diferencias sin importancia, pero todos ellos son, realmente, ‘negros’. ‘endemoniados negros’. ‘Los finlandeses y los vascos y todo lo que se llamen, no son tampoco para tener en cuenta, son una especie de negros europeos, condenados a desaparecer’. Los negros siguen siendo negros, más allá del color que tengan (…) Los negros no tienen ningún cañón y por lo tanto ningún derecho. Sus países son nuestros. Sus ganados y sus campos, sus miserables enseres domésticos y todo lo que poseen y tienen es nuestro, del mismo modo que sus mujeres son nuestras, para tomarlas como concubinas, castigarlas y permutarlas. Nuestras para contagiarlas con sífilis, preñarlas, maltratarlas y hacerlas sufrir ‘hasta que los más perversos de nuestros malvados las hayan convertido en algo más miserable que los animales’ (…) El hipócrita corazón británico palpita por todos, excepto por aquellos que el propio imperio británico ahoga en sangre”.

El “hipócrita corazón” falsamente humanitario puede ser europeo o yanqui, pero en todo caso habla en nombre de una civilización que siempre termina cometiendo un genocidio.

Por eso el título del magnífico ensayo de Lindqvist es “Exterminad a todos los brutos”. O a todos los salvajes, o a todos los bárbaros, dependiendo de la traducción. Este es, en definitiva, el corazón del pensamiento civilizador: todo lo que se oponga al interés imperial de turno, será calificado de bárbaro y pasado a degüello.

En las semicolonias, este esquema imperial se repite al interior de nuestras sociedades fragmentadas, y las clases acomodadas ven a las clases subalternas como “negros endemoniados más allá del color que tengan”, multitudes bárbaras opuestas a la civilización o al “republicanismo” de turno.

¿Qué tiene que ver todo esto con las imágenes que nos llegan desde Bolivia, y que deberían provocar una náusea colectiva y una potente reacción de desagravio, aunque más no sea en defensa propia? Que, para colmo de males y merced al trabajo de pinzas realizado por los monopolios de comunicación (verdaderas usinas del odio como última y única razón de ser) y un neo-evangelismo fascista de cuño anglosajón, muchos de los socialmente desamparados y de los racialmente despreciados, colaboran tesoneramente a levantar el cadalso desde donde ellos -y sus hijos, y sus nietos- verán la luz de sus últimos días.

Los sucesos recientes de Ecuador y Chile (donde el patriciado meritocrático, a través de sus “pacos”, reprime, viola, tortura, y busca cegar a quienes despertaron luego de 30 años de pesadilla neoliberal), el genocidio selectivo y por goteo en Colombia, o la desembozada masacre en Haití, no deberían sorprender ya a más nadie respecto del verdadero rostro y de las genuinas intenciones de la barbarie “democrática y renovada”. Porque, como dijo Lindqvist: “Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar conclusiones”.

Por Carlos Semorile.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Duas coisas...

¿Lo escucharon? Así hablan los líderes de Nuestra América, usando a pleno la lengua franca del Pueblo, y en olor de santidad porque están diciendo la verdad que los medios ocultan, y que una caterva de canallas judiciales envilecen.

Dois: ¿Vieron que dijo "Que Dios los bendiga", y esa montonera de marxistas del PT no lo abucheó, ni se persignaron presurosos con la hoz y el martillo? Bueno, que Deus, Alá, o el Altísimo Vladimir Ilich nos amparen, y que sepamos luchar para alcanzar la dignidad que sencilla y humanamente nos merecemos.

Gracias, Lula querido, y que el Universo te bendiga!!!

Por Carlos Semorile.