jueves, 12 de diciembre de 2019

Infancias emancipadas


Por circunstancias que sería tedioso enumerar, crecí asistiendo a marchas y concentraciones, por lo cual no hay lugar social donde me sienta más a gusto que entre una multitud solidaria y compañera. Es una tradición que comenzó mi abuela materna llevando a sus hijos pequeños a la histórica concentración del 1º de marzo de 1948, en la vieja estación de Retiro. Entre ese millón de personas emocionadas ante la reconquista de lo propio, estaba Scalabrini Ortiz, para quien “La nacionalización de los ferrocarriles fue un acto de proyecciones tan profundas y extensas, que sólo es comparable a la batalla de Ayacucho, que dio término al dominio español a la América del Sur”.

Y es que hay fechas ineludibles, formadoras, inaugurales, y acaso no haya mejor pedagogía que ésa: ser parte del pueblo que celebra la Patria. Por esta razón, tantas madres y padres decidieron que el calor africano que el martes calcinó Buenos Aires no les haría desistir de llevar a sus pibas y pibes, a sus niñas y niños, a la asunción del presidente Alberto Fernández. Saben que estos baños de muchedumbre templan el corazón, amplían el estrecho horizonte del territorio conocido -la casa, la cuadra, el barrio, la escuela, las amistades y, ¡cuando no!, las pantallas-, y establecen una conexión intangible con la fuerza y la energía del espíritu colectivo cuando éste escribe la Historia.

Es una apuesta por el porvenir que está bastante más allá de todos los discursos sobre la infancia porque, en realidad, es un investimiento que los coloca en situación de ciudadanos de una comunidad que tiene deseos muy concretos respecto del futuro. Esos padres quieren que sus hijas e hijos tengan, como decía Scalabrini, “un pequeño horizonte para cada esperanza”. Y por ello, los sueñan y los cobijan emancipados.

Por Carlos Semorile.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Exterminad a todos los salvajes


(Sin pretensión alguna de originalidad, el presente escrito busca –en todo caso- refrescar algunas constantes de nuestra tragedia americana).

El ensayista sueco Sven Lindqvist escribió hace ya tiempo un libro fundamental que, como corresponde, casi no se conoce, pese a que tenemos la fortuna de contar con una edición de la UBA disponible a un precio irrisorio. Es, creo, indispensable leerlo en estos tiempos de resurgidos golpes imperialistas.

¿Qué tiene de especial este libro, cuyo título nos reservamos para no adelantar conclusiones? Para empezar, tiene la virtud de ser la obra de un europeo que se anima a correr la delgada capa de barniz civilizatorio con que las potencias de la vieja Europa adornan sus conquistas. Una vez descorrido el velo, aparece la animalidad más primitiva y básica que desemboca en la brutalidad y en el asesinato:

“Nuestra exportación más importante -reflexiona como europeo Sven Lindqvist- era (y es, actualizamos nosotros) la violencia”. Para Lindqvist, el origen de todas las violencias imperiales está en una falaz pero inconmovible idea de superioridad: “En África, Australia y América y en todas las miles de islas de los mares del sur, viven razas inferiores. Tienen -quizás- distintos nombres y tienen entre ellos pequeñas diferencias sin importancia, pero todos ellos son, realmente, ‘negros’. ‘endemoniados negros’. ‘Los finlandeses y los vascos y todo lo que se llamen, no son tampoco para tener en cuenta, son una especie de negros europeos, condenados a desaparecer’. Los negros siguen siendo negros, más allá del color que tengan (…) Los negros no tienen ningún cañón y por lo tanto ningún derecho. Sus países son nuestros. Sus ganados y sus campos, sus miserables enseres domésticos y todo lo que poseen y tienen es nuestro, del mismo modo que sus mujeres son nuestras, para tomarlas como concubinas, castigarlas y permutarlas. Nuestras para contagiarlas con sífilis, preñarlas, maltratarlas y hacerlas sufrir ‘hasta que los más perversos de nuestros malvados las hayan convertido en algo más miserable que los animales’ (…) El hipócrita corazón británico palpita por todos, excepto por aquellos que el propio imperio británico ahoga en sangre”.

El “hipócrita corazón” falsamente humanitario puede ser europeo o yanqui, pero en todo caso habla en nombre de una civilización que siempre termina cometiendo un genocidio.

Por eso el título del magnífico ensayo de Lindqvist es “Exterminad a todos los brutos”. O a todos los salvajes, o a todos los bárbaros, dependiendo de la traducción. Este es, en definitiva, el corazón del pensamiento civilizador: todo lo que se oponga al interés imperial de turno, será calificado de bárbaro y pasado a degüello.

En las semicolonias, este esquema imperial se repite al interior de nuestras sociedades fragmentadas, y las clases acomodadas ven a las clases subalternas como “negros endemoniados más allá del color que tengan”, multitudes bárbaras opuestas a la civilización o al “republicanismo” de turno.

¿Qué tiene que ver todo esto con las imágenes que nos llegan desde Bolivia, y que deberían provocar una náusea colectiva y una potente reacción de desagravio, aunque más no sea en defensa propia? Que, para colmo de males y merced al trabajo de pinzas realizado por los monopolios de comunicación (verdaderas usinas del odio como última y única razón de ser) y un neo-evangelismo fascista de cuño anglosajón, muchos de los socialmente desamparados y de los racialmente despreciados, colaboran tesoneramente a levantar el cadalso desde donde ellos -y sus hijos, y sus nietos- verán la luz de sus últimos días.

Los sucesos recientes de Ecuador y Chile (donde el patriciado meritocrático, a través de sus “pacos”, reprime, viola, tortura, y busca cegar a quienes despertaron luego de 30 años de pesadilla neoliberal), el genocidio selectivo y por goteo en Colombia, o la desembozada masacre en Haití, no deberían sorprender ya a más nadie respecto del verdadero rostro y de las genuinas intenciones de la barbarie “democrática y renovada”. Porque, como dijo Lindqvist: “Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar conclusiones”.

Por Carlos Semorile.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Duas coisas...

¿Lo escucharon? Así hablan los líderes de Nuestra América, usando a pleno la lengua franca del Pueblo, y en olor de santidad porque están diciendo la verdad que los medios ocultan, y que una caterva de canallas judiciales envilecen.

Dois: ¿Vieron que dijo "Que Dios los bendiga", y esa montonera de marxistas del PT no lo abucheó, ni se persignaron presurosos con la hoz y el martillo? Bueno, que Deus, Alá, o el Altísimo Vladimir Ilich nos amparen, y que sepamos luchar para alcanzar la dignidad que sencilla y humanamente nos merecemos.

Gracias, Lula querido, y que el Universo te bendiga!!!

Por Carlos Semorile.

martes, 29 de octubre de 2019

El canto y las tradiciones (bis)

Hace cuando hace cuatro años y monedas, el Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad comenzó y concluyó del mismo modo: con exhortaciones a recuperar el canto y las canciones. “La patria que hemos soñamos tiene el nombre del futuro: cantemos para ella nuestra mejor canción”, fueron las muy elaboradas palabras de la ministra Teresa Parodi en el inicio de la primer jornada. Por su parte, en el cierre, la diputada portuguesa Marisa Matías recordó los versos de “Grândola, Vila Morena” (“Tierra de fraternidad, el pueblo es quien más ordena dentro de ti, oh ciudad”), una canción significativa durante la Revolución de los Claveles, es decir dos años antes que Matías naciera.

Dentro de muy poco, va a cumplirse el cuarto aniversario del nacimiento de una promesa que nació como canto, se multiplicó como juramento, y finalmente se depositó como ofrenda ante la misma destinataria y ante nuestro presidente electo: “Vamos a volver”. Alguien podría argumentar que cuatro años no son nada en el devenir de la historia de una nación, pero soy de los que sospechan que este canto que parimos colectivamente va a perdurar en la memoria del Pueblo.
   
Desde luego, nadie desea que sea necesario tener que volver a entonarlo frente una nueva derrota, pero perdurará como señal de un compromiso asumido hacia una líder y, fraternalmente, también hacia todos aquellos que comprendieron la singularidad de un ciclo político de impensadas reparaciones y de conquistas de derechos. Desde ese inicio, el “Vamos a volver” se fue radiando hacia la comprensión de muchos más que lo fueron asumiendo como propio, como bandera de esperanza.

Así se escuchó anoche en el Parque Los Andes, cuando las columnas –que muchas veces no eran tales, sino simples montoneras de compañeras y compañeros- iban llegando a celebrar un triunfo que nos costó cuatro años de desdichas, de agravios, de persecuciones, de insultos y chicanas, de profundo desprecio por la historia y el legado político de las grandes mayorías argentinas, y que a muchos les costó –y aún les cuesta- la cárcel, y a otros inclusive les arrebató la vida.

Y todo eso afloró anoche en las gargantas de la multitud que se abrazó entre Chacarita y Villa Crespo para decirle a la Historia que volvimos porque nunca nos fuimos. Porque somos la sustancia invariable de la Patria, la única que no puede ni podrá faltar jamás toda vez que se pretenda hacer el balance de su riqueza material y espiritual.

La que en el medio de las insondables coordenadas del tiempo sideral, va ordenando los ciclos de su conciencia histórica y le canta a las multitudinarias generaciones del porvenir que, pase lo que pase, y le pese a quien le pese, siempre “Vamos a volver”.

Por Carlos Semorile.

miércoles, 16 de octubre de 2019

“Poder elegir la vida que uno quiere vivir” -Algunos apuntes sobre “Profundamente argentina”-


“Profundamente argentina” reúne trece discursos a través de los cuales -como dice el “Gallego” Fernández en el Prólogo- Cristina ejerció la “conducción, orientando al Pueblo, a la militancia y a los cuadros auxiliares” durante la etapa de nueva “Alianza” neoliberal que hoy nos deja un panorama de devastación económica, social y cultural como pocas veces se produjo en un plazo de tiempo tan breve y tan duro.

Reconforta saber –o recordar- que en una de sus intervenciones en el Senado, Cristina les haya dicho en la cara que el plan de gobierno que estaban llevando adelante “Es perverso socialmente, es de sociópatas”.

O que en otra oportunidad, cuando se debatía la “Ley antitarifazos”,  les advirtiera: “¿Saben por qué pueden hacer todo esto ustedes? Por la impunidad mediática que tienen, pero ¿saben qué? Les juega en contra, porque creyeron que podían hacer cualquier cosa. Este es el tema de tener impunidad mediática. Finalmente, terminan pasándose de vueltas en las decisiones que toman y luego la crisis se torna incontrolable”.

Cristina vuelve una y otra vez sobre el rol de los medios monopólicos porque “en este mundo en el que se escucha poco y se mira todo, es necesario volver a reflexionar, volver a formarnos, volver a escuchar”.

Y, entonces, caracteriza la etapa de la Alianza Cambiemos como tributaria de un blindaje mediático increíble como nunca se vio en la historia de la República Argentina. Sólo me hace recordar al blindaje que tuvo la dictadura en materia del Terrorismo de Estado (…) Que no solamente es un blindaje mediático a favor de las políticas del gobierno que están provocando esta verdadera catástrofe social y económica. Es también el servicio de blindaje mediático para los que levantan la mano o presentan proyectos como éste, y al mismo tiempo presta el servicio de ataque furibundo y brutal contra aquellos y aquellas que no formamos parte de ese dispositivo de lo que se ha dado en denominar muy amigablemente ‘la gobernabilidad’, y que yo creo que en muchos casos hace más juego con la complicidad”.

No se trata de un exceso de adjetivación –que, por otra parte, no lo hay-, sino de situar desde dónde se ejerce el “verdadero poder”, y señalar que ese Poder sale indemne de las crisis que genera: “Fíjese que los fracasos de los gobiernos nunca fueron responsabilidades de los medios de comunicación, que muchas veces los promocionaron y los impusieron con noticias falsas, con mentiras, con un tratamiento absolutamente diferente según quién fuera el partido político o el dirigente. Al contrario, siempre los que terminan siendo responsables de todo lo que pasa son la política y los partidos políticos”.

 Este señalamiento es crucial, y puede llegar a ser determinante en la etapa que se avecina, tan preñada de esperanzas así como también de demandas, y de urgidas exigencias en cada plano de la vida social.

Por ello, no son pocas las interpelaciones que Cristina le hace al Pueblo en su conjunto, como la formidable apelación que hizo en Racing a cada uno de los sectores maltratados por las políticas macristas. Y una de ellas, significativa por demás: “Entonces si sos joven, si no conseguís laburo, si además estás podrido de que te paren porque no les gusta tu cara, tu vestimenta o lo que pensás. Si no querés vivir en un país donde un pibe desparece, nadie se hace cargo y todavía no sabemos dónde está Santiago Maldonado”.

Y, junto con el llamamiento, su propuesta de realizar “un nuevo contrato social de ciudadanía responsable: “Este nuevo contrato social no es ni más ni menos que la búsqueda de una mirada práctica que genere una base de orden. Un nuevo orden que permita el desarrollo individual de las personas dentro de las condiciones humanas y espirituales, pero siempre, siempre en el marco de una realización social colectiva para evitar que el esfuerzo de cada argentino y cada argentina termine siendo devorado por el egoísmo y el individualismo”.

Hay mucho más material para reflexionar a partir de estos trece discursos de Cristina, y cada quien hará su propia selección y recorte. Por nuestra parte, quisiéramos concluir con estas palabras –que, en sí, son todo un programa- que Cristina les dirigió a los jóvenes reunidos en el Plenario de Estudiantes Secundarios, realizado en la UTN de Avellaneda el 30 de julio de 2016:         

“Yo siempre quise como Presidenta que cada argentino pudiera elegir su vida, porque yo tuve la inmensa suerte de poder elegir la mía. ¿Qué significa elegir tu vida? Significa que vos decidís qué vas a hacer (…) Eso fue lo que siempre quise, que la dicha, la inmensa suerte que tienen los que nacieron en hogares donde no les faltó nada, la tengan también el resto de los argentinos. No tiene que ser un privilegio poder elegir la vida que uno quiere vivir, quiero que en la Argentina siga siendo un derecho para todos”.

Por Carlos Semorile.

martes, 27 de agosto de 2019

No es una vincha, es un cepo al pensamiento


Tras la marcha convocada por referentes mediáticos de Cambiemos para repudiar el triunfo opositor, volvieron a circular algunas imágenes bizarras, como la de una señora con un globo amarillo como vincha.

Como otras veces en que la oligarquía decidió salir a las calles, todo fue patético. Mucho ya se dijo respecto del sinsentido de manifestarse a favor de una república imaginaria, pero negando validez al contundente resultado de las urnas. O sobre el hecho, también muy sugestivo, de que hayan abierto las vallas pretorianas que resguardan a un mandatario temeroso de verse interpelado por vocinglerías y reclamos.   

En esta ocasión, el patetismo tuvo su cuota más alta cuando el candidato oficialista salió al balcón de la Rosada para hacer una serie de morisquetas, con su esposa oficiando como “election planner” y haciéndole pases de “reiki” para sosegar el “capusottiano” desborde emocional  del susodicho. Si se pretendía demostrar fortaleza, quedó flotando en el aire un aroma a despedida, a retirada, a final ineludible.  

El problema viene de lejos. No hay más que recordar aquellos festejos tipo “pelotero” para adultos donde campeaba un “pensamiento piñata”, a la espera del reparto de cargos que iban a derramarse como golosinas entre los angurrientos concurrentes. De aquellos  “voluntarios” hoy sólo queda la figura del Mago sin Dientes tratando, desde su penoso candor de convidado de piedra, de salvar la pilcha en medio de la desbandada.

No es por ensañamiento que recordamos la soledad de este militante descartado por su propia dirigencia, sino para reiterarles a muchos que, así como no se debe cruzar una avenida sin mirar antes el semáforo, tampoco se pueden obviar todas las señales de peligro que emanan de sectores que ya nos han hecho mucho daño. Con la “pureza” no alcanza, con la “credulidad” a lo pavo no vamos a ninguna parte: a partir de cierta edad, la “inocencia” es una suerte de perversidad.

Cuando compartimos estas imágenes de “señoronas y señorones” de Barrio Norte apoyando un gobierno que genera miseria, desamparo y muerte, no es porque nos guste flagelarnos: queremos que los distraídos dejen de fingir demencia, y comiencen a hacerse cargo del lugar que realmente ocupan dentro del “reparto de la torta”, y tomen nota de que no figuran “ni a placé” en los planes de los ricos.

Y para que usted advierta que estos repetidores de “slogans” (los Ceos de las empresas hoy en funciones de gobierno, los “periodistas serios e independientes”, los propaladores de “verdades” que no resisten el menor análisis), le han robado el lenguaje y, junto con el lenguaje, el pensamiento que podría ser el dique para que se defienda de sus arteros ataques. Recuerde que “Todo el que pretenda imponer su dominio al hombre ha de apoderarse de su idioma”, y que si usted permite que ellos piensen en su nombre, es probable que termine como la señora de la foto: con un globo como cepo alrededor de su cerebro.

Por Carlos Semorile.

jueves, 22 de agosto de 2019

La encerrona trágica del Larretismo

Nos permitimos repetir algunas ideas y conceptos ya tratados en alguna crónica anterior, e incluso bajo un título similar, porque un sector de la sociedad se empeña en reiterar su inclinación a la barbarie.

Fernando Ulloa fue uno de esos capos que no son tan conocidos como nos convendría a todas y a todos. Su profesión era el psicoanálisis pero, como toda persona que pone a funcionar el bocho con pasión y buen criterio, nos legó algunas reflexiones que van más allá del ámbito de la terapia. Ulloa sostenía que muchas veces las instituciones promueven “encerronas trágicas” que dejan a los sujetos a merced de situaciones donde no pueden recurrir a un tercero que les proporcione “miramiento”, ternura y buen trato. Se trata de una “cultura de la mortificación” que acentúa, al mismo tiempo, el desamparo de las víctimas y la crueldad de los victimarios.

En las últimas horas, la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (pilchas nuevas, móviles y celulares a destajo, armados hasta los dientes) asesinó a un ciudadano indefenso: Jorge Gómez, un trabajador de 41 años que tuvo la desdicha de creer que estaba siendo interpelado por un funcionario sensato, y no por un uniformado adiestrado para matar bajo la cobertura de un poder que pretende que la barbarie se instaure como “doctrina”. Mientras la familia de Jorge Gómez no sale de su estupor, el asesino acaba de salir en libertad.

Por otra parte, pero dentro de esta misma lógica de castigar al “marginal”, dos custodios de un supermercado Coto mataron a golpes a Vicente Ferrer, un jubilado de 70 años que hurtó un aceite, un pedazo de queso y un chocolate. Luego de golpearlo dentro del local, los vigiladores abandonaron a Ferrer en plena calle donde falleció antes de ser asistido por el Same, mientras la Policía de la Ciudad rodeaba el cuerpo de la víctima y trataba de impedir que se tomaran imágenes del ciudadano asesinado por los sabuesos de Coto. 

Todo esto, desde luego, resulta muy triste y angustiante. Pero a nadie debería resultarle “novedoso”, porque desde que la cultura de la mortificación alcanzó la gobernanza de la ciudad primero, y luego del país todo, este Grupo de Tareas del capital financiero ha logrado que “cada necesidad sea un drama angustioso”. Mucha gente cegada por el odio les permitió acceder al control nada menos que del Estado, y desde allí se han dedicado a deshilachar todos y cada uno de los derechos conquistados para, como en la Dictadura, hacer trizas el tejido social. 

Sin embargo, es legítimo preguntarse si luego de la paliza electoral recibida hace apenas 10 días, estos personeros del capital financiero no alcanzaron a percibir un “cambio” del humor social. De no ser así, asistiremos –como de hecho asistimos- al curioso espectáculo de que los promotores de la encerrona trágica se vean encerrados ellos mismos por un “relato” que pretende enajenar derechos a cambio de “puro ripio”. 

Por Carlos Semorile.

martes, 13 de agosto de 2019

Scalabrini bajo las araucarias


Tras la derrota de 2015, Axel Kicillof se puso a hacer política desde el llano, cara a cara con el pueblo. Hasta hace muy poco, muchos ni siquiera supimos que durante estos años sombríos y penosos estuvo recorriendo toda la provincia de Buenos Aires en un gesto épico que, en realidad, había comenzado apenas 10 días después de que asumieran los neoliberales. Fue en el Parque Centenario, y esta es la crónica de aquella jornada memorable.   

Aunque Axel insista con Keynes, él es más bien un nacional, como lo fueron Manuel Ortiz Pereyra y Scalabrini Ortiz. Y asimismo le caben las palabras con que Jauretche reconoció el laburo tenaz de Scalabrini: “A él le debemos las claves que nos sacaron de un antiimperialismo de charla para ponernos en contacto con la realidad de nuestro colonialismo auténtico”. De eso se trató la charla de hoy: de que todos sepamos y todos estemos en condiciones de hacer docencia sobre los mecanismos que nos someten a una situación colonial. Fue como el “kilómetro cero” de lo que debemos develarles a tantos compatriotas que fueron engañados antes, y que hoy y en adelante serán mantenidos en la ignorancia, o desviados hacia “un antiimperialismo de charla”.

Que esta clase magistral suceda bajo las mismas araucarias donde hace 14 años todos hablaban al unísono y nadie escuchaba a nadie, es un símbolo que no debe pasarse por alto. Tampoco el hecho de que la multitud no produzca un solo roce, ni que las madres lleven a sus bebés, ni que los tullidos vayan con sus muletas y otros en sus sillas de ruedas, y las viejas con sus bastones, y los ciclistas con sus rodados, más las rondas de mates y bizcochos, y las lonitas de los más preparados. Y que todos guarden un silencio parecido al de una misa, porque esa palabra importa, y la necesitamos como al agua bendita porque –parafraseando a Jauretche- cuando Kicillof nos pone en contacto con la realidad de nuestra Patria, todo el Centenario canta que “Vamos a volver”.

Por Carlos Semorile, 20 de Diciembre de 2015.

lunes, 12 de agosto de 2019

Echamos a un Grupo de Tareas


Cuando podamos repasar serenamente este “tiempo de canallas”, se verá la magnitud de nuestra hazaña colectiva porque, como alguna vez escribió Cooke, “Quedamos solos como lo estaremos cada vez que se juegue la suerte de la Patria y de sus clases trabajadoras”. Defeccionaron los “técnicos”, traicionaron los alcahuetes, claudicaron los “triunviros”, arrugaron los tibios, y un silencio estruendoso apañó cada una de las atrocidades del Grupo de Tareas-“Cambiemos”.

Como sus socios del Proceso, sembraron el país de hambre, muerte y desolación y, como decía “Marucho” Maestre, “sólo les faltó cagar en cada esquina”. Todavía están a tiempo, y no es improbable que se despidan apelando al repertorio de barbarie y sangre que llevan en su ADN. Pero una buena parte del pueblo argentino ha demostrado una templanza digna de todo elogio, y ha resistido en paz la inclemencia infligida por esta cofradía de cipayos incapaces de apiadarse de nadie.

Aún está por escribirse el “diario de los años de la peste”, y debe hacerse por todos aquellos que no alcanzaron a palpar esta esperanza. Y para recuperar el lenguaje comunitario que también nos afaron.

Por Carlos Semorile.

martes, 25 de junio de 2019

La Sarli en “La Lugones”


Es muy curioso el modo en que a veces se cruzan los nombres consagrados de la cultura nacional. Corría 1985 -o acaso fue en 1986, pero no más allá-, y alguien tuvo la valentía de programar un ciclo de películas de Isabel Sarli nada menos que en la Sala Lugones del Teatro San Martín.

Supongo que nos enteramos porque éramos jóvenes, y todo nos interesaba, inclusive el cine de un autor que no tomábamos para nada en serio, y de una actriz a la que nos costaba identificar como tal. Pero allí fuimos, en alegre camaradería, con la promesa de divertirnos a costa de la supuesta "bizarría" de esas pelis. No fallaba: nos reíamos mucho.

Pero había otro segmento de espectadores, no reunidos ni agrupados, pero sí muy aguerridos a la hora de defender a su amada Isabel Sarli. Esos señores ya mayores, curtidos de muchas censuras y de mucho cine que no los tenía en cuenta, nos gritaron algo que hoy recuerdo como una gran enseñanza: "Cállense!!! Ustedes no entienden nada!!!"

Nunca volví a ver así a “La Lugones”, al borde de una batalla intergeneracional por una mujer que desgarró la hipocresía de una sociedad prejuiciosa y engrupida, que siempre la miró con desprecio. Y que hoy, al menos debe reconocerle que vive en el corazón de su pueblo.

Por Carlos Semorile.

miércoles, 12 de junio de 2019

Se separaron Los Bitles... (También conocidos como "La Banda del Peronómetro Oxidado")

Esta foto parece del período jurásico, pero tiene apenas unos meses. La posteo adrede como recordatorio del modo envilecedor con que los grandes medios formatean las conciencias de los ciudadanos, y los vuelven súbditos de slóganes ridículos como "gobernabilidad", "seriedad", "transparencia", "previsibilidad", "compromiso", "equilibrios", y toda la gama de sanatas que cada uno puede incluir en la lista de versos destinados a opacar el conocimiento sencillo y directo de la realidad.

Uno de ellos ha decidido, de manera poco decorosa, terminar de enlodar su apellido haciendo los cuidados paliativos de un gobierno que se desmorona. Otro, tal vez el más Vizcacha de los cuatro, tuvo que venir al pie del malón que más gente junta, y que más chances tiene de alcanzar el triunfo en octubre. Los otros dos quedaron agarrados de la brocha o, si usted prefiere, con el culo al aire. Hay alguno más que no está en la imagen, pero que también anda tratando de conseguir quién le haga la segunda sin robarle demasiada cámara, que al fin y al cabo es lo único que tienen.

Insisto: vuelva a mirar la foto, y haga el esfuerzo de recordar la manera en que los medios trataron de convencerlo de que esta banda de menesterosos podían sacarnos del infierno que ellos mismos contribuyeron a generar, juntando leños como siervos de la gleba. Y, si tiene un resto de coraje, piense si no fue el renunciamiento histórico de cierta dama lo que terminó con toda esta farsa de Los Bitles que hacían "covers" del general Perón en una sala de "focus group". Pero “cantar es conversar con música”, y estos señores distorsionan cualquier melodía. 

Por Carlos Semorile.

domingo, 5 de mayo de 2019

Cristina y la vida real del país nacional y popular


Hace pocos días, tuve la dicha de acceder a un exquisito relato del “Negro” Dolina donde plantea que, ante la multiplicidad de significantes presentes en cualquier texto, la lectura se convierte en un acto tan singular como soberano: “Leer es decidir”. Por ello, mi particular mirada sobre “Sinceramente” es que se trata de un libro indispensable para quienes aspiren a saber qué factores condicionan y determinan la vida real del país de los argentinos y argentinas.

Un país, el nuestro, que ha pasado sin escalas de la cultura de la ternura a la cultura de la mortificación, y donde una inmensa mayoría de compatriotas padecen con angustia por tener “sus sueños en crisis”. Sucede que, como dice Cristina: “vivir la vida –con tus ideas, con tu historia, con tus sentimientos, con tus necesidades-, para millones de argentinos y argentinas, se ha convertido en un calvario. La catástrofe económica y social del gobierno de Cambiemos y Mauricio Macri ha hecho estragos en el cuerpo social de la Argentina”. Ya no hay cobijo, amparo ni miramiento, sólo degradación, intemperie, y represión.

“¿Qué es lo que está pasando en Argentina?”, se pregunta Cristina, y responde: “Creo que un factor determinante para explicar lo que sucede es el profundo odio que siente una parte de este país contra el peronismo y también las mentiras en un círculo que se retroalimenta y del que a muchos les resulta imposible salir. Se trata de un odio que empezó hace setenta años cuando el peronismo le dio derechos a la gente; derecho a tener vacaciones pagas, al aguinaldo, a ser indemnizados si los despedían, entre muchísimos otros. Allí radica una parte importante del odio, es un profundo desprecio y temor a la insolencia de las clases populares. Es notorio cuando uno los escucha y los lee. Inclusive no pocos trabajadores sienten ese odio al peronismo y uno piensa: ¿Vos por qué creés que tenés vacaciones?”.

Como se observa, es un trabajo que interpela a muchos -y a muchas también- en varios tramos de su “mirada y reflexión retrospectiva”, pero que –retrospectiva y todo- sin embargo cumple con aquello que en 1934 decía Jauretche sobre los radicales alvearizados, cuando les reclamaba que “todavía no saben que conducir y profetizar son cualidades inseparables”. Volviendo a “Sinceramente”, leemos: “Siempre sostuve que ser dirigente no es tener o ejercer un cargo, por más alto que este sea, sino la capacidad de poder ver y anticipar lo que vendrá”. Cristina adora a Jauretche, pero es scalabriniana en su pasión por los números –por la verdad que ellos reflejan, más allá de toda carga ideológica-, y el único título que cita textualmente de aquéllos pensadores tan nuestros es “La formación de la conciencia nacional”, de Hernández Arregui.

En este sentido –el de conducir y profetizar- me parece crucial el formidable poder de síntesis que alcanza al caracterizar a la alianza gobernante desde 2015: “A veces me pregunto: ¿qué es el macrismo en definitiva? Considero que es un grupo de tareas del capital financiero que han provocado un endeudamiento vertiginoso en el país, superior inclusive al operado durante la última dictadura militar. Esa es la definición correcta porque vinieron con ese objetivo y lo pudieron hacer, porque al igual que la última dictadura militar tuvieron la cobertura incondicional de los medios de comunicación hegemónicos”.

Scalabriana es también una anécdota que ella cuenta sobre un empresario que no puede responderle qué fue lo que le molestó tanto de su gobierno, como para terminar votando a otro de signo contrario que lo está perjudicando seriamente en sus balances. En “Bases para la reconstrucción nacional”, Scalabrini Ortiz narra un episodio muy similar, y donde el empresario interpelado también se niega, no sólo a continuar la conversación, sino tan siquiera a escuchar a su amigo.

Es un asunto complejo, y por ello mismo reaparece varias veces a lo largo de su libro. Recuerda que en su discurso de Comodoro Py, el 13 de abril de 2016, se ocupó de refrescar la memoria acerca de cuál era “el hilo conductor de cada uno de esos procesos supuestamente moralizadores. El que sacó a Yrigoyen por corrupto, el que fue contra Perón y contra Eva, y luego el del 24 de marzo. ¿Eran moralizadores? No. Venían por los derechos y las conquistas logrados por millones de argentinos que habían mejorado su vida, impulsados por el movimiento nacional y popular que había encarnado en distintas épocas, bajo distintas formas y con distintos nombres. Por eso yo era un obstáculo. ¿Cuántas veces se los dije como presidenta? ¿Cuántas, Dios mío?”. No será ésta la única vez que Cristina lance un guante destinado al lector.

Su rescate de la figura de Yrigoyen va bastante más allá de señalar las evidentes semejanzas del modo en que operó la prensa canalla para provocar la caída del líder radical, y el permanente esmerilamiento de la obra de su propio gobierno: “La historia demuestra que el rol de la prensa operando en contra de los verdaderos intereses nacionales y populares no es nuevo”. Se percibe un genuino cariño por aquel hombre que fue duramente denostado por el diario Crítica –del cual el general Justo era un accionista de mucho peso-, y cuya memoria ella atesora y transmite a las nuevas generaciones, como una bandera más que no deben resignar: “Siempre he sostenido que la incorporación de los jóvenes durante nuestra gestión fue simbolizada a puro himno nacional y bandera argentina. No es poca cosa en tiempos de globalización”.

La cuestión nacional también aparece en estas palabras que les dirige a ciertas “vanguardias”: “Alguna vez los sectores autodenominados progresistas deberán replantearse, frente a algunos debates y discusiones, si la exigencia permanente de lo ideológicamente perfecto no es directamente proporcional al fracaso o cuanto menos a la imposibilidad de poder cambiar en serio las cosas y, objetivamente, terminar siendo funcional a la derecha y el statu quo”.

Alguien preguntará, ¿por ejemplo?: “Algún dirigente emblemático de ese sector ha reconocido: ‘A Cristina le pido perdón por los paros innecesarios. Con ella peleábamos por boludeces. Acá nos quitaron todo y no hacemos nada. Le hicimos diecisiete paros a Cristina, pero su gobierno jamás intentó tocarnos’. Nadie quiere justificar nada, pero aquellas demoras nunca le arruinaron la vida a nadie”, responde ella.

Esa misma preocupación cristiana por el respeto a la vida puede leerse en el ya viralizado contrapunto entre verlo a De Ángeli en una banca del Senado, y cobijar la memoria de Santiago Maldonado.

O, lo que “no es lo mismo, pero es igual”, su preocupación por la igualdad: “Recuerdo las palabras que pronuncié el día de la presentación (del programa Conectar Igualdad). Quise enfocarme en la importancia de la palabra Igualdad, que era uno de los valores más importantes a remarcar en ese año del Bicentenario. Sostuve que teníamos que perseguirla contra viento y marea. Porque la igualdad es el gran instrumento liberador y de equilibrio de las sociedades, de los pueblos y del mundo. Que la palabra igualdad haya formado parte del programa no era casual: quise que figurara porque siempre fue un valor de los argentinos comprometidos con el desarrollo del país desde 1810 (…) Siempre consideré que la igualdad tenía que estar fuertemente acompañada de lo económico: si un chico tiene que salir a trabajar y no puede terminar la escuela o no puede ir a la universidad, por más que estas sean públicas y gratuitas, la igualdad es solo decorativa”. Y, guste o no, esto es puro ADN peronista: “La única verdad es la realidad”.

En otra parte de su ensayo, sostiene que tanto Néstor como ella debieron hacerse “cargo de la vida real”, y agrega: “En ese marco, en el de la vida real, (el programa) Ellas Hacen daba trabajo y capacitaba al sector más postergado de la sociedad: las mujeres pobres. Además eran ellas las que cuidaban a sus hijos, las que los educaban. Por esos motivos creía –y lo reflejaba en políticas concretas- que la clave era llegar a los lugares más vulnerables. Al poco tiempo de iniciarse el Ellas Hacen nos dimos cuenta que, además de operar en relación a la pobreza, el programa se había convertido en un instrumento sustancial para prevenir la violencia doméstica contra las mujeres, tragedia que hoy día ha cobrado una visibilidad nunca antes vista. Así es, en materia de políticas públicas para prevenir la violencia de género, al 2015 de las casi 100 mil destinataria del Ellas Hacen un 60% habían vivido situación de violencia y de ese 60% un 47% se divorció o se separó a partir del segundo sueldo. Los números son más que elocuentes, la dependencia económica de muchísimas mujeres es la única razón por la cual siguen soportando el maltrato. Sin autonomía económica de la mujer, no hay feminismo que valga”.

Son varios los pasajes donde los temas de género ocupan unas cuantas líneas, muchas de las cuales seguramente no serán del agrado de algunas feministas: “¿Quién iba a suponer que nuestra hija terminaría siendo una militante feminista? Para mi gusto, un tanto talibana, pero al mismo tiempo una esperanza, ya que demuestra que los procesos culturales pueden ser revertidos”.  

 O cuando cuenta: “Una vez Máximo me dijo: ‘¿Sabés por qué hay gente que tiene tanto odio hacia ustedes? Porque eran una pareja que estuvieron 35 años juntos, con una vida familiar hermosa y que, cuando llegaron al poder, no se separaron ni se alejaron, al contrario. Y eso genera mucha envidia porque es algo fuera de lo común. ¿Sabés qué pasa, Cristina? Los que arman todo esto saben de la envidia y el resentimiento. Y trabajan sobre eso. ¿Por qué ella puede tener todo? Es joven, agradable, atractiva, se viste bien, tiene plata, él la quiere, son una pareja que funciona y, arriba, hay millones de argentinos que los quieren’. Tiene razón. Para algunos y… algunas, es demasiado”.

Es estremecedor su relato de cuando, en abril de 2017, quisieron lincharla en Río Gallegos, junto con Alicia Kirchner, su nieta Helenita, la niñera y 2 empleadas más, y uno –que es memorioso- recuerda el estrepitoso y cómplice silencio que rodeó a este gravísimo episodio que pudo haber desencadenado una tragedia familiar y política. Por eso, no resulta extraño que –en otro momento de su texto- Cristina diga: “Me llamaron loca, histérica, orgásmica, desesperada por el poder. Mientras escribo, pienso con dolor que a pesar de haber sido la primera mujer electa presidenta de la historia, no se alzó ninguna voz feminista para condenar el ataque por mi condición de mujer. Ojo, no digo para defender el gobierno, ni las políticas, ni a ninguna persona en particular, sino al género que era agredido como tal”.  

Cristina misma deja ver que ella va teniendo una comprensión creciente respectos de temas complejos como el de la interrupción voluntaria del embarazo, pero –al mismo tiempo- en ningún momento pierde de vista que la cuestión de género no puede escindirse ni de la cuestión social, ni de la cuestión nacional, en tanto jefa de un estado que se pretende soberano. Dice que, al asumir en 2007, sabía que todo le iba a costar más por ser mujer: “Los acontecimientos posteriores me demostraron que mi prevención sobre el costo de gobernar siendo mujer y con ideas firmes respecto a la necesidad de un modelo económico inclusivo socialmente era correcta”. O también: “Había, y hay, una misoginia muy fuerte que se agrava exponencialmente cuando además de ser mujer no formás parte del neoliberalismo”.

¿Y los machirulos? También cobran, claro: “Cuando Moyano, para enfrentarme hablaba bien de Néstor y mal de mí, no se trataba de una cuestión de identificación ideológica… estoy convencida que la cuestión de género pesaba y mucho (…) Por eso, cuando recuerdo los cinco paros generales que hicieron durante mi último mandato, no puedo dejar de pensar que también hubo un fuerte componente de género. Digámoslo con todas las letras: la CGT es una confederación en la que no hay mujeres que conduzcan (…) En la CTA son hombres y en la CGT son hombres; hay hombres por todas partes”.

Pero no es que cobran por ser hombres, sino por machirulazos. Es notable su permanente rescate de Néstor: “si tengo que decir qué es lo que más extraño de Néstor aún hoy es no tener una persona con quien hablar y discutir a fondo. Sé que puede sonar mal, o tal vez injusto, pero es la verdad: lo que podía sentir y tener de esas conversaciones con él, nunca más lo volví a encontrar con nadie. Además de haber sido mi pareja y el padre de mis hijos, Néstor fue mi mejor amigo”.

O inclusive de su suegro: “María (la madre de Néstor) era el ama de casa perfecta, no sólo cocinaba y muy bien, sino que además cosía la ropa de sus hijos, tejía sus sweaters, gorros y guantes. ¿El ejemplo perfecto del patriarcado? Humm… No todo es lo que parece, y los Kirchner-Ostoic no fueron una excepción. Alicia era la hermana mayor de Néstor y terminó su secundario a los 16 años con el mejor promedio de la Patagonia y una beca para estudiar en el Norte –esa expresión, “el Norte”, significa Buenos Aires para los patagónicos-. María puso el grito en el cielo: se oponía tenazmente a que Alicia se fuera (…) Sin embargo, Alicia obtuvo no sólo el apoyo sino algo más importante: la autorización de su padre para ir a La Plata. En Argentina, la patria potestad todavía no era compartida y la ejercía el hombre y, así, la Alicia Margarita Antonia Kirchner (…) por el ejercicio del patriarcado, pudo estudiar. Es mentira que de noche todos los gatos son pardos”. Néstor, además, apoyó “fervientemente a su hermana en aquella cruzada feminista”.

Néstor, el persuasivo Néstor que, tras el brutal enfrentamiento por la 125, la convenció de juntarse nada menos que con Magnetto: “Después de la comida, Magnetto y yo fuimos al salón blanco del chalet a hablar a solas (…) Lo cierto es que empezamos a hablar e inmediatamente le reproché el ataque fenomenal que habían hecho durante el conflicto con las patronales rurales (…) Luego de mi reproche, Magneto me dijo: ‘Cristina, fueron verdaderas puebladas en todos lados’, refiriéndose a las manifestaciones y los cortes de ruta, llevados a cabo durante aquel conflicto. ‘Sí –le dije- incentivadas por ustedes y por todos sus canales de televisión, principalmente por TN’. Seguimos hablando y me respondió: ‘No, Cristina, así es el neoliberalismo’. ¡Eso me dijo! Que la ideología triunfante era el neoliberalismo y había que aceptarlo”.

Es más que interesante la semblanza que ella hace de este personaje siniestro: “De todos los empresarios que conocí y de todos los empresarios con los que hablé –no solamente empresarios nacionales- (…) Magnetto me pareció el más político de todos. Él no hablaba de negocios, hablaba de política. Durante una sesión parlamentaria, el senador Miguel Ángel Pichetto criticó al politólogo ecuatoriano Jaime Durán Barba, el consultor de imagen del gobierno de Mauricio Macri. Dijo que era ‘el tipo que estigmatiza la política’, entre otras cosas. Pero el problema en la Argentina no es Durán Barba. Si Clarín decidiera una campaña en contra del ecuatoriano… en una semana lo deportarían y lo expulsarían de la Argentina… ¡Por favor! El genio constructor del poder de Macri, de las corporaciones, es Magnetto, no Durán Barba. Porque lo que no pueden explicar, lo ocultan. Privan a los ciudadanos de saber la verdad y de tener información veraz”.

Para ser aún más didáctica, dice: “Nuestro país tiene un sistema de decisiones en la Casa Rosada, otro en el Poder Judicial y otro en el empresariado. Él, durante todos estos años, formó dispositivos de poder y decisión en cada uno de esos sistemas para controlarlos a todos (…) Magnetto sabe que muchos le tienen miedo porque una campaña del Grupo Clarín en contra de cualquiera de ellos (sus colegas empresarios) los pulveriza y pulveriza sus intereses. Es natural que teman, no estoy diciendo que sean cobardes. Magnetto tiene y utiliza ese poder, pero no sólo para lograr beneficios económicos, sino también para tener poder en la política. Le gusta influir en los sistemas políticos, y por eso controla el sistema de decisiones en el Poder Judicial, al que tiene absolutamente colonizado salvo honrosas excepciones”.

Un poder que coloniza las subjetividades, y formatea el “sentido común” de los ciudadanos: “Mientras escribo estas líneas y mirando en retrospectiva se ve con más claridad la ofensiva que el Grupo Clarín había desplegado contra el impuesto a las ganancias en los sueldos más altos. Se lo dije a los trabajadores y a los dirigentes sindicales, porque me dolió mucho que en nuestra gestión, con todo lo que habían logrado, a veces hicieran las cosas tan complicadas, hubieran sido tan intransigentes y que sin embargo, con este gobierno que los ha perjudicado absolutamente en todo, algunos de ellos arreglen cerrar paritarias a la baja. Los dirigentes sindicales que estuvieron durante nuestra gestión son los mismos que estuvieron antes de que llegáramos al gobierno y, en su mayoría, son los mismos que aún permanecen. Están hace décadas en sus gremios y, sin embargo, al repasar la historia de sus sindicatos, de sus trabajadores, de los derechos conquistados y de sus convenios colectivos de trabajo, no hubo período más fructífero para ellos que los doce años y medio del kirchnerismo”.

“Sinceramente” es, desde sus primeras páginas hasta sus últimas líneas, un llamamiento a desmantelar ese “sentido común” que nos imponen y naturalizan bajo nombres tales como “meritocracia”, u otros de análoga falacia. Por ello, Cristina, que al inicio habló de “la necesidad de pensar y discutir los problemas de nuestro país desde otro lugar”, dice al concluir su libro: “Agregaría algo más a ese despojarnos cada uno de nosotros del odio y la mentira; porque para abordar los problemas que tiene nuestro país se requiere, además, saber de qué estamos hablando. Y aquí me detengo un instante y recurro al diccionario. Saber: conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia. Sí, compatriotas… Para solucionar los problemas que tenemos, hay que saber”.

Y pone el ejemplo de los planes sociales, que en 2003 alcanzaban a 2.300.000 personas y “al año 2015, eran sólo 207.117, discriminados en dos programas: Argentina Trabaja y Ellas Hacen. Sin embargo, y a pesar de aquel ‘sentido común’ sobre el que han depositado todos sus prejuicios, los planes sociales al año 2018 ya eran más del doble que en 2015 y alcanzaban los 467.779 beneficiarios –casi medio millón de planes. Sí, tal cual se lee… El gobierno que vino en nombre de la base social que nos acusaba a nosotros de ser ‘choriplaneros’ más que duplicó el número de beneficiarios sociales (…) Y pensar que hoy (…) tengo que escuchar que un senador de nuestro propio partido diga que tuvimos una mirada para los más humildes pero no para los trabajadores… ¡Por Dios! ¿Será malicia o simplemente ignorancia?”.

En algunos ignorancia, y en otros malicia. Dice cuando planteó que las medidas económicas de Cambiemos le desorganizaban la vida a los argentinos, además “comencé a pensar también que el objetivo no era sólo demonizar y terminar con lo que ahora llaman ‘populismo’ para definir los años de nuestros gobierno desde 2003, sino que en verdad se intentaba, una vez más, el viejo sueño de la elite más rica de la Argentina: el de arrasar y extirpar cualquier vestigio del peronismo”.

Somos, como plantea Sandra Russo, contemporáneos de un mito, una mujer que es capaz de sostener: “Y sí… Reconozco que tengo un tono de voz alto y un modo de hablar imperativo”. Gracias a Dios!!!

O de dos mitos, incluyéndolo a Néstor: “La protección de Néstor sobre mí en La Plata, en Río Gallegos o en Olivos no era una pose ni una imagen. Su protección era total. Y no era pegajoso, nunca me gustaron los pegajosos. Era amor. Me amaba absolutamente. Yo también trataba de protegerlo, sobre todo que cuidara su salud, que no hiciera cosas que lo pudieran afectar, pero él no se preocupaba por eso. Era un hombre que admiraba la inteligencia de la mujer. La necesidad de protección no sólo se explicaba a partir del afecto, sino también del orgullo de tenerme como compañera, como esposa. Sí, él estaba orgulloso de mí. Alberto Fernández me contaba cuando Néstor le interrumpía la agenda como jefe de Gabinete para hacerlo escuchar en su despacho de la Rosada mis discursos en la campaña presidencial en 2007. O Mario Ishii, el intendente de José C. Paz, cuando iba a visitarlo a Olivos y lo sentaba a escuchar alguna de mis cadenas nacionales como presidenta. U Oscar Parrilli cuando me contó que al visitar nuestra casa de Río Gallegos –que más tarde vendimos-, Néstor lo arrastró hasta el último piso para mostrarle mi inmensa y adorada biblioteca. ‘Vení Oscar, vamos arriba así te muestro la biblioteca de Cristina’, fueron sus palabras en aquella oportunidad”.

Esta es, como dije al principio, apenas una lectura de un libro formidable que seguramente nos va a acompañar durante muchos años en nuestras vidas de lectores, de argentinos, y de compañeros. Amén!

Por Carlos Semorile.