jueves, 22 de agosto de 2019

La encerrona trágica del Larretismo

Nos permitimos repetir algunas ideas y conceptos ya tratados en alguna crónica anterior, e incluso bajo un título similar, porque un sector de la sociedad se empeña en reiterar su inclinación a la barbarie.

Fernando Ulloa fue uno de esos capos que no son tan conocidos como nos convendría a todas y a todos. Su profesión era el psicoanálisis pero, como toda persona que pone a funcionar el bocho con pasión y buen criterio, nos legó algunas reflexiones que van más allá del ámbito de la terapia. Ulloa sostenía que muchas veces las instituciones promueven “encerronas trágicas” que dejan a los sujetos a merced de situaciones donde no pueden recurrir a un tercero que les proporcione “miramiento”, ternura y buen trato. Se trata de una “cultura de la mortificación” que acentúa, al mismo tiempo, el desamparo de las víctimas y la crueldad de los victimarios.

En las últimas horas, la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (pilchas nuevas, móviles y celulares a destajo, armados hasta los dientes) asesinó a un ciudadano indefenso: Jorge Gómez, un trabajador de 41 años que tuvo la desdicha de creer que estaba siendo interpelado por un funcionario sensato, y no por un uniformado adiestrado para matar bajo la cobertura de un poder que pretende que la barbarie se instaure como “doctrina”. Mientras la familia de Jorge Gómez no sale de su estupor, el asesino acaba de salir en libertad.

Por otra parte, pero dentro de esta misma lógica de castigar al “marginal”, dos custodios de un supermercado Coto mataron a golpes a Vicente Ferrer, un jubilado de 70 años que hurtó un aceite, un pedazo de queso y un chocolate. Luego de golpearlo dentro del local, los vigiladores abandonaron a Ferrer en plena calle donde falleció antes de ser asistido por el Same, mientras la Policía de la Ciudad rodeaba el cuerpo de la víctima y trataba de impedir que se tomaran imágenes del ciudadano asesinado por los sabuesos de Coto. 

Todo esto, desde luego, resulta muy triste y angustiante. Pero a nadie debería resultarle “novedoso”, porque desde que la cultura de la mortificación alcanzó la gobernanza de la ciudad primero, y luego del país todo, este Grupo de Tareas del capital financiero ha logrado que “cada necesidad sea un drama angustioso”. Mucha gente cegada por el odio les permitió acceder al control nada menos que del Estado, y desde allí se han dedicado a deshilachar todos y cada uno de los derechos conquistados para, como en la Dictadura, hacer trizas el tejido social. 

Sin embargo, es legítimo preguntarse si luego de la paliza electoral recibida hace apenas 10 días, estos personeros del capital financiero no alcanzaron a percibir un “cambio” del humor social. De no ser así, asistiremos –como de hecho asistimos- al curioso espectáculo de que los promotores de la encerrona trágica se vean encerrados ellos mismos por un “relato” que pretende enajenar derechos a cambio de “puro ripio”. 

Por Carlos Semorile.

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