martes, 29 de enero de 2013

La voz de Cristina y la conciencia nacional



La Presidenta habla por cadena y los cuerpos de los argentinos se ven estremecidos, la mayoría de emoción y dicha, y unos pocos de impotencia por no poder reinstalar en el pueblo el complejo de inferioridad, el miedo y la desesperación.  La “única verdad” dice que la Nación ya no se sitúa en un futuro lejano e improbable, sino que está en el centro mismo de esos cuerpos que vibran con la palabra presidencial, y que expresan la nueva naturaleza del hombre y la mujer argentinos. En esos muchachos y chicas que saltan y vitorean a “la Jefa”, en esos hombres curtidos y de hablar parco que a los tumbos le agradecen todo lo realizado, en esas mujeres que van un poco más lejos y la tutean, en todos ellos es posible percibir sin esfuerzo el signo de una desmesura. Pero es que este exceso de confianza, esta fe arrebatada, funciona como un dique de contención frente a las cataratas de mentiras de los medios opositores. Quienes militan de una u otra forma en el proyecto popular, o quienes simplemente viven en este país y quieren seguir haciéndolo en paz -con pan, trabajo y dignidad-, anhelan sumarse a la epopeya de construir y asumir un nuevo orden nacional.
Y aquí es donde adquiere trascendental importancia el discurso de la Presidenta, que no es meramente una opinión distinta dentro de “los relatos” en disputa. Releo a Fanon y sigo encontrando iluminaciones y puentes que conectan con nuestra realidad nacional: en este sentido, por ejemplo, oírla a Cristina significa escuchar “las primeras palabras de la Nación”. Gracias a su voz, que comunica y expresa el verdadero país, la Patria surge dentro de cada uno y se “materializa de manera irrecusable”. Existe una identificación plena entre esa voz y la verdad fundamental de la Nación, que se verifica en una estrategia cierta para recuperar la soberanía. Y a diferencia de otras que no supieron, no pudieron o no quisieron, esta voz viene a quebrar un silencio de décadas durante el cual estuvieron sacralizadas las mentiras del país liberal. En el habla de la Presidenta, hasta las mentiras del enemigo pasan a ser “un aspecto positivo de la nueva verdad de la Nación”. Y así, su voz es “la Palabra de la Nación, el Verbo de la Nación, (que) ordenan el mundo y lo renuevan”. Cristina es la voz y el pensamiento de la conciencia nacional.
Hace poco, desde Vietnam, ella recordó a Castelli, “el orador de la Revolución”, el patriota que terminó pidiendo que el futuro no llegase. Hoy, en cambio, podemos decir, junto con Cristina: “Si ven al futuro, díganle que venga”.
Por Carlos Semorile.

viernes, 25 de enero de 2013

Cristina y la conciencia nacional



Sigo el lúcido consejo de un compañero y releo los ensayos de Frantz Fanon. Han pasado 50 años de su muerte, pero sus escritos no han perdido vigencia, antes bien la han ganado porque problematizó la situación colonial desde un pensamiento propio, originalmente enraizado en las tradiciones de un pueblo -el argelino- que luchaba por constituir una nación. En el centro de sus reflexiones aparece el tema de la conciencia, que el nativo debe conquistar para liberarse mientras el colonialismo procura “mantener idénticas la imagen que tiene del argelino y la imagen devaluada que el propio argelino tiene de sí mismo”. Tan lejos lleva Fanon sus argumentos que llega a decir que “si la construcción de un puente no ha de enriquecer la conciencia de los que trabajan allí, vale más que no se construya el puente, que los ciudadanos sigan atravesando el río a nado o en barcazas”.
Suena a demasía, y acaso debiera discutirse semejante afirmación, pero hoy recordé la metáfora del puente y la conciencia a propósito de un trabajador que, desde Rosario y por teleconferencia, le dijo a la Presidenta: “Le agradezco por todo lo que hace por la industria argentina con estos préstamos Bicentenario, para que nosotros los obreros argentinos tengamos trabajo y cada día vivamos mejor”. Luego de recordar a Néstor por sacarnos “del pozo donde estábamos metidos”, el obrero José agregó: “Yo tengo diecinueve años en esta empresa, yo pasé el 2001 y no me lo puede contar nadie, yo sé lo que pasamos y hoy cómo estamos”. Puede que algunos piensen que esto es mero “populismo”, pero la fábrica rosarina de paneles aislantes está bien encaminada porque enriquece “la conciencia de los que trabajan allí”.
Se puede -e incluso se debe- decir más aún, porque el discurso de José habla a las claras de una esperanza renacida que, entre otras cosas, implica la superación del mundo estanco, contradictorio y esquizofrénico que fue el legado de muerte que dejó la Dictadura, y que los distintos gobiernos democráticos no atinaron a rescatar de su inventado destino de desintegración. Hasta que vino el kirchnerismo y rescató la política y, con ella -como diría Fanon- se comenzó a “abrir el espíritu, despertar el espíritu, dar a luz el espíritu”. Para ser parte de la nueva Nación, alcanza con haber conocido el pozo del 2001, y saber “lo que pasamos y hoy cómo estamos”. Los compañeros trabajadores que aplaudieron estas palabras de José, son parte de esa conciencia nacional que hoy tiene “una nueva dimensión de su existencia”. Porque más allá de bregar por su recuperación material, la Presidenta anda actualizando a “toda la nación en cada ciudadano”. Cristina sigue “inventando almas” que crean en el presente y en el porvenir.
Por Carlos Semorile.