lunes, 12 de diciembre de 2022

El VAR en el bondi!!!

 

Cuando en 2017 comenzó a implementarse el VAR en un River-Lanús por la Copa Libertadores, alertamos: “Como suele suceder entre el cipayismo vernáculo, algunos comentaristas deportivos están que se gorilean encima de gusto por “el cambio”. Olvidan, o acaso desconocen, la historieta -¿profética?- donde a Boogie El Aceitoso lo hacían recorrer las entrañas de un estadio para mostrarle el funcionamiento de las nuevas tecnologías aplicadas al fútbol. Efectivamente, mediante cámaras, los asistentes de la cabina anulaban un gol o cobraban mal un penal. De inmediato, comenzaban a sonar alarmas pues desde la tribuna perjudicada les tiraban un misilazo. Salido de entre los escombros, el resignado especialista informático le decía a Boogie algo así como: “Claro, ellos también usan las nuevas tecnologías”.”

 

Ayer hicimos un trayecto corto desde la estación de trenes a casa, pues veníamos muy cargados y hacía un calor africano. Son apenas tres paradas, las dos últimas muy seguidas. Tocamos el timbre para la última, y el chofer nos paró en una tierra de nadie entre ambas. Empezó una de esas discusiones que antes se zanjeaban con un “¿Qué mirás, bobo?”, pero que el fercho dio por terminada apelando a una cámara que relaciona pasajero/timbre y parada: “¿Y entonces por qué me marca acá?”. No sé, hermano, pero no creas todo lo que te muestran. Porque puede que el rigor calvinista de tu tajante respuesta se te vuelva en contra, y ese día vas a añorar el valor de una gauchada.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Cristina y nosotros mismos


    En 2017 Hebe dijo que Néstor y Cristina hicieron una revolución pues durante sus gobiernos “fuimos felices, aunque les parezca mentira”. Después de tanto sufrimiento y dolor, Hebe reivindicó esa dicha de su pueblo –del pueblo junto al que lucharon sus hijos- como “la revolución más maravillosa que nunca se vio en este país”. Si alguien desde el pejotismo fosilizado cuestiona esta aseveración, habrá que recordarles que hasta 2003 el peronismo estaba más que desahuciado.

 

Esa revolución consistió, al igual que la de la primera década ganada -1945/1955-, en brindarle a cada quien “un pequeño horizonte para cada esperanza”. La frase es un acierto de Scalabrini para sintetizar lo que significó aquel peronismo inaugural (Quizás hay más diferencias entre la Argentina anterior y posterior a Perón, que entre la Francia anterior y posterior a la Revolución Francesa”), pero también a cualquier revolución que, aún con sus pifies, sea capaz de generar ese horizonte.  

 

Esa esperanza que muchas argentinas y argentinos sentimos entre 2003 y 2015 estaba fundada en realizaciones concretas que implicaban la transformación de “la realidad efectiva” en beneficio de los humildes, y también en una serie de gestos simbólicos -de lo que comenzó a llamarse “la batalla cultural” (al “Profe” González le disgustaba el término)- que implicaban otro tipo de disputa: la del uso de la palabra y, a la vez, la de ser capaces de cuestionar el sentido de las palabras.

 

En esta línea, más allá de todas las conquistas palpables y simbólicas que tuvimos durante el gobierno de Néstor, la formidable capacidad retórica de Cristina hizo la diferencia. No dejó nada sin explicar para que todas y todos estuviésemos en condiciones de leer y de traducir el mundo convulso en que nos toca vivir, y que ya no puede ser comprendido bajo preceptos ideológicos o doctrinarios que sirvieron de guía para alumbrar otras épocas no menos complejas, pero ya pasadas.

 

Y es todo este conjunto de reparaciones (materiales, simbólicas, culturales) el que ayer fue condenado en un fallo sin sustento jurídico y de neto contenido político, una sentencia que Cristina se encargó de dilucidar en su matriz mafiosa para que millones de compatriotas tomen conciencia de que estamos cautivos de un estado paralelo que tiene una condena ya escrita para cualquiera que se atreva a modificar el statu quo. Creo que en Clarín lamentaron mucho la bala que no salió.

 

Quiero decir: no hacía falta ir a incendiar las instalaciones del monopolio o dinamitar Comodoro Py. La mujer que nos conduce, la que ya no dialoga sólo con la inestable dinámica del presente sino con la Historia, los hundió para las generaciones de hoy y las del incierto porvenir. La patada en los huevos que ayer se comió el sistema patriarcal entendido como un entramado de hombres y mujeres que apuestan al tutelaje, sólo podía dárselas la eterna compañera de Néstor.

  

Lo hizo a través del poder de la palabra, y nadie –sea semiólogo o no- debería menospreciar aquello que decía Walsh: el grado de movilización incalculable que puede lograr un texto bien escrito. Un texto histórico. O una voz templada en mil batallas, esa que nos toca el corazón.

 

Por Carlos Semorile.

martes, 29 de noviembre de 2022

Abrazar al Poeta

 






Éramos jóvenes, estábamos enamorados de sus canciones y ya lo considerábamos, incluso por sobre sus exquisitas melodías, como un inmenso poeta. El mayor de todos los que conoció nuestra generación.

 

Lo seguimos luego de un recital, lo rodeamos como en una súplica de promesantes, y nos regaló unos instantes de fraternidad y ternura. Pasó el tiempo y perdura la dicha de haber abrazado al reparador de sueños.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Néfli y su “revisionismo dominguero”

   Vamos a decir, en principio, algunas obviedades que hoy parecen estar algo olvidadas: cualquier película que usted vea, y las que no ve también, en verdad todas las películas sostienen una tesis. Así como se escribe a favor de algo y en contra de otra cosa, el cine hace lo mismo y esa toma de posición puede estar más o menos aludida, pero nunca deja de estar. Ni siquiera cuando se pretende, como en el caso de “El prodigio”, que es el espectador quien debe decidir cuál es la realidad.

 

Empecemos entonces por los hechos. A mediados del siglo XIX, Irlanda se encontraba bajo dominio inglés, y, por imperio de las políticas de la corona británica, sometida de modo férreo al monocultivo y a la excesiva parcelación de sus tierras. Bajo estos grandes condicionantes, la dieta de la mayoría de los pauperizados campesinos irlandeses se sostenía casi en exclusividad en el consumo de papa. Por ello, cuando un hongo destruyó la cosecha de papas se inició la Gran Hambruna, que duró entre 1845 y 1851. A diferencia de anteriores y localizadas hambrunas, ésta estuvo mucho más extendida y provocó que muriera más de un millón de personas y que medio millón emigrara (el inicio de esta diáspora haría que, hacia fines de ese siglo XIX, un 40% de los irlandeses vivieran afuera de la isla). Entre muertos y emigrados el impacto demográfico fue tan grande que aún hoy –inicios de la tercera década del siglo XXI- Irlanda no ha podido recuperar la cantidad de habitantes que tenía en 1841.

 

Mientras duró la Gran Hambruna se vivieron situaciones atroces. Millares de personas vagando como espectros por los campos en busca de algo que comer, y muriendo de hambre y siendo enterradas en el sitio donde caían debido a la extenuación; la aparición de enfermedades como tifus, difteria, fiebre amarilla, disentería, escorbuto y cólera asiática; y las evicciones (unas 200.000) ordenadas por buena parte de los terratenientes: las familias que no estaban en condiciones de pagar la renta eran desalojadas y sus casas echadas abajo en el mismo acto. Cuando visitó Irlanda en 1856, Federico Engels quedó impactado por las condiciones de vida en la isla y por estas ruinas de las antiguas casas campesinas; tanto que le escribió a Carlos Marx: “Nunca creí que una hambruna pudiera tener una realidad tan palpable”.

 

Aunque hubo casos puntuales de terratenientes que trataron de paliar el hambre -o los llamados soperos que daban un plato de sopa a cambio de la conversión al protestantismo-, hacia 1847 tres millones de personas recurrían a los asilos que daban albergue a los hambrientos errantes. Sin embargo, lo peor de todo es que desde los puertos de Irlanda seguían saliendo cargamentos de comida y que estos embarques se sostenían a punta de fusil. Como sostuvo el escritor irlandés Brendan Behan, “en 1847 Irlanda exportaba cereales y ternera en cantidad más que suficiente para alimentar hasta cuatro veces su población. La comida se tenía que vender para pagar el arriendo y que el terrateniente, su esposa y sus amantes siguieran viviendo confortablemente en Inglaterra”.

 

Otra consecuencia devastadora de la Hambruna fue la que produjo a nivel cultural, ya que las regiones más afectadas fueron las de habla irlandesa, quedando sólo un cuarto de la población en condiciones de hablar su idioma nativo. Por si todo lo anterior fuera poco, quedó flotando una sospecha sobre el origen de la plaga, recogida por un refrán campesino que sostenía que “Dios envió la enfermedad de las papas, pero los ingleses causaron la Hambruna”.

 

El ingenio popular no andaba lejos de la verdad pues desde 1801, Acta de Unión mediante, los irlandeses eran súbditos ingleses e Inglaterra debió haberse ocupado de paliar el hambre y sus devastadores efectos. Es verdad que durante el desarrollo de la hambruna hubo dos administraciones inglesas que tuvieron actitudes diferenciadas, pero también es cierto que lo que se hizo fue insuficiente e ineficaz, y que quienes optaron por no intervenir sabían lo que hacían pues sostenían –como dijo el administrador inglés Charles Edward Trevelyan- que la supuesta “sobrepoblación” de Irlanda “estando más allá del poder del hombre, ha sido remediada por un golpe directo de una providencia sabia de una forma tan inesperada y tan inconcebible como probablemente efectiva”.

 

Algo de este cinismo inglés se repite en este parlamento del Ulises de Joyce, que es una suerte de síntesis de los sucesos: “Fueron echados de sus casas y hogares en el negro 47. Sus cabañas de barro y sus chozas a la vera del camino fueron arrasadas por la topadora y “The Times” se frotó las manos e informó a los sajones pusilánimes que pronto habría tan pocos irlandeses en Irlanda como pieles rojas en América. Hasta el Gran Turco nos envió piastras. Pero el Sajón intentó hambrear a la nación en su país mientras en la tierra abundaban cosechas que las hienas británicas compraban y vendían en Río de Janeiro. Sí, echaron a los campesinos en hordas. Veinte mil murieron en barcos cementerios. Pero los que llegaron a la tierra de la libertad recuerdan la tierra de la esclavitud. Y volverán otra vez y en mayor número”.

 

Lo que suele llamarse evidencia histórica prueba, de forma documentada y apabullante, que Inglaterra aprovechó la Gran Hambruna para despoblar la isla de Irlanda. Por ello, resultaba indignante que una película pretenda distorsionar la realidad contando la historia de una niña que no come por causa del fanatismo religioso de sus padres, y que la ignorancia de los nativos justifique la “salvífica” intervención de una enfermera inglesa. Que además esta enfermera les queme la casa y secuestre a la niña para llevársela bajo una identidad falsa al otro lado del mundo, no es una opción del espectador como pretende el forzado cierre del film. Esta es su tesis: como todos los pueblos bárbaros, los irlandeses son niños que necesitan ser tutelados.

 

Por Carlos Semorile.

lunes, 14 de noviembre de 2022

El poderoso encanto de la dulzura


 

El sábado 12 pudimos, ¡al fin!, disfrutar de un concierto de Katie James, el segundo de la serie que viene haciendo en este su primer viaje a la Argentina, una estadía autogestionada y por ello mismo limitada a unas pocas ciudades -Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata-. La bonita sala del palermitano Teatro Border resultó apropiada para su primer encuentro con un público que la esperaba con muchas ansias, tras largos meses de escucharla y seguirla a través de las redes sociales.

 

Una primera buena noticia es que la persona que conocíamos sólo a través de medios virtuales es la misma que vimos la otra noche: una mujer encantadora, alegre, cálida, sonriente, vital y amabilísima. También sabíamos de la dulzura de su canto y de sus dotes musicales como compositora e intérprete, y tuvimos la dicha de verla desplegar ambas cualidades en un repertorio donde ella se animó a ponerle el alma a algunos temas muy argentinos como la “Canción de las simples cosas”, el vals “A unos ojos” (que Katie recordaba cantada por Los Visconti, pero que también hicieron Edmundo Rivero y, aún antes, Carlos Montbrun Ocampo), y la maravillosa zamba “La Pomeña”, acompañada por su colega y amiga local Yasmin Occhiuzzi, pues esta porteña supo hacer una potente versión de “Toitico bien empacao”.

 

Lo que ha sucedido con este tema de James merece todas las alabanzas que, de seguro, se le han hecho y se le seguirán haciendo, pero el homenaje más grande es que se haya hecho un lugar –por derecho propio- dentro del cancionero popular latinoamericano. Este bambuco ya es un emblema y, como dijo su autora, muestra otra faceta suya: la de tener la claridad y la firmeza para expresar en versos, como buena juglar, el testimonio de una situación de índole social.

 

Las demás canciones –suyas y de otros- tienen ese aroma nostalgioso de los amores que llevamos, como las personas que quisimos y acaso nos quisieron, o los lugares que nos dejaron una marca indeleble, y que nuestros poetas y músicos plasmaron como folklore. Que Katie James rescate ese repertorio habla de su exquisita sensibilidad, y que eso vuelva a escucharse es una señal del poderoso encanto de la dulzura.

 

Por Carlos Semorile.

lunes, 7 de noviembre de 2022

La grasita


    Pocas cosas más sanadoras que ir al teatro y salir de allí en estado de gracia por haber presenciado una obra que el afiche presenta como “espectáculo unipersonal de narración oral”, aunque aún siendo así es mucho más que eso. Y por varios motivos. Uno de ellos es que siendo su intérprete -Lili Meier- una consumada narradora oral, también demuestra en escena tener grandes dotes de actriz.

 

Por otra parte, está el texto que Meier despliega ante el público con una formidable capacidad evocativa que nos sitúa siempre en el tiempo y el lugar que el personaje transita y, más que nada, nos arrima a su ternura y a la de otras mujeres que son cruciales en esta historia, como su madre y su tía. No conocemos el libro homónimo de la escritora Mercedes Pérez Sabbi, pero imaginen cómo habrá sido la función que uno se queda con ganas de buscarlo y leerlo.

 

Además, podemos debatir cuáles son los límites de lo “unipersonal” cuando la narración nos incluye a todos porque, aunque no hayamos estado en Plaza de Mayo cuando fue bombardeada en 1955, se trata de nuestra historia y porque entonces lo personal termina siendo una crónica colectiva que, por más que uno haya visto muchas veces las imágenes de aquella infamia, nos conmueve desde un lugar distinto.

 

No podemos ni debemos decir más, a riesgo de arruinar la catarsis de futuras espectadoras y espectadores. Digamos, sí, que gracias a “La grasita” nos llevamos su voz para no olvidarnos nunca de la esperanza.

 

Por Carlos Semorile.

miércoles, 19 de octubre de 2022

De las culturas híbridas a la realidad efectiva

 

(Foto de Kaloian Santos Cabrera)

 

En su trabajo sobre las “Culturas híbridas”, Néstor García Canclini hace un señalamiento crucial sobre uno de los conflictos que el presente le plantea –y uno podría pensar que cada vez lo hace en mayor medida- a la actividad política y su capacidad para resolver demandas de comunidades atravesadas por múltiples sesgos identitarios que no tienden a confluir en una agenda común: “La pérdida del sentido de la ciudad está en relación directa con las dificultades de los partidos políticos y sindicatos para convocar a tares colectivas, no rentadas o de dudosa ganancia económica (…) La emergencia de múltiples reivindicaciones, ampliada en parte por el crecimiento de reclamos culturales y referidos a la calidad de vida, suscita un espectro diversificado de organismos voceros: movimientos urbanos, étnicos, juveniles, feministas, de consumidores, ecológicos, etcétera. La movilización social, del mismo modo que la estructura de la ciudad, se fragmenta en procesos cada vez más difíciles de totalizar”.

 

El ensayo fue escrito en 1990 y actualizado en 2001, con la mira puesta en esta fragmentación de la vida popular en tiempos de modernidad globalizada. Apenas dos años después la Argentina comenzó, bajo el liderazgo de Néstor Kirchner, una inesperada recuperación del movimiento nacional y, bajo su gobierno y luego el de Cristina, el mismo fue capaz no sólo de recuperar la memoria histórica, sino de aglutinar los más diversos reclamos bajo una misma bandera.

 

Sólo así se comprende que luego de 4 años de experimentación neoliberal, y casi 3 de letargo albertista, todavía exista un núcleo de fuerte resistencia a quienes quieren llevarnos al abatimiento, la fragmentación y la desdicha, pero también frente a quienes no son capaces de recuperar la política para pasar de las promesas incumplidas a “la realidad efectiva”. ¿Y qué habría que entender, aquí y ahora, por esa fórmula épica que tantas veces cantamos con orgullo? 

 

La respuesta podría estar en las “Notas sobre Maquiavelo”, cuando Antonio Gramsci dice que “El político de acción es un creador (…que) Se basa en la realidad efectiva, pero ¿qué es esta realidad efectiva? ¿Es quizás algo estático e inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista, y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello). El “deber ser” (de la política) es por consiguiente lo concreto o mejor, es la única interpretación realista e historicista de la realidad, la única historia y filosofía de la acción, la única política”

 

Casi no necesitamos decir más porque, de Perón y Evita a Néstor y Cristina, se comprende que el liderazgo popular es “la única política” que se ocupa de lidiar con la realidad efectiva para superarla y transformar el quietismo de una determinada relación de fuerzas. Es lo que pidió la Plaza del 17 para no morirnos de tibieza e insípida hibridez.

 

Por Carlos Semorile.

lunes, 3 de octubre de 2022

El peronómetro y el piolín de yute


 

Uno de los efectos nocivos que produjo la ineficaz moderación de la gobernanza de Alferdez, ha sido una sangría de compañeros que creen encontrar el peronismo perdido en la doctrina pétrea e infalible que Perón habría dejado establecida, de una vez y para siempre, en algunos textos como el manual “Conducción Política”, como si el mismo no fuese hijo de las circunstancias históricas de 1951, circunstancias que ya en 1952 no habrían permitido que el General afirmara las mismas cosas.

 

Tanto rechazo genera la tenaz inacción del presidente balsero que muchos han optado por refugiarse en una suerte de Museo de Nostalgias donde el peronismo está congelado en las postales de su etapa gloriosa, y ello les impide comprender una coyuntura que no está hecha con efigies y que requiere adecuaciones para evitar el abatimiento y la fragmentación que asolan a los movimientos populares de América. 

 

No sólo es un error creer que todos los problemas ya fueron pensados por Perón sino que, como planteaba Rodolfo Kusch, se pasa por alto que “la ventaja del peronismo, que lo convierte en una expresión profundamente americana, estriba en que (…) sigue siendo un partido sin doctrina, sostenido por motivaciones estrictamente emocionales, y cuya extraordinaria coherencia sólo se explica porque todo él está alentado por un requerimiento profundo de lo absoluto, cuya tónica no entra estrictamente en el pensamiento occidental de una clase media (…) El peronismo, por ejemplo, es en el fondo una anti-doctrina porque no dice claramente qué hay que hacer, ya que es el planteo de un nuevo estilo de estar del cual no tenemos conciencia clara pero que presentimos. No se entiende el peronismo si no es a partir de un pueblo que propone, a través de él, un estilo de vida o de estar”.

 

El problema de buscar soluciones estáticas viene de lejos. En “El puchero misterioso”, Guillermo David cuenta que “Durante el Segundo Plan Quinquenal Perón lanzó una campaña de incentivo a la creatividad colectiva aplicada a la industria, la ciencia y la producción. Recibió miles y miles de proyectos de todo tipo que yacen empaquetados en el Archivo General de la Nación, atados con piolín de yute. Entre ellos hay aportes inquietantes (…como) el de un paisano de la Patagonia que en sus días de ocio inventó un aparato, similar a una computadora de tarjetas perforadas en las que se insertan preguntas y respuestas, para detectar al auténtico peronista. Las tarjetas pedían completar frases de la marchita o de las 20 verdades, debidamente codificada en ceros y unos; una especie de detector de mentiras binario orientado a purificar al peronismo de advenedizos, que tanto mal le hacen al movimiento”.

 

Desde luego que este gobierno adolece de políticas peronistas, pero si insisten con el peronómetro se van a ahorcar con el piolín de yute.

 

Por Carlos Semorile.

domingo, 28 de agosto de 2022

Otrosídigo


   La épica jornada de ayer nos dejó sobrados motivos para sentirnos orgullosos de lo que somos capaces los peronistas cuando actuamos como movimiento hostigado y perseguido. Y si bien no quiero ni una sola sombra sobre esta alegría que nos merecemos porque la supimos conquistar, tampoco quiero que pasemos por alto que ayer estuvieron a punto de reprimir y/o detener al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, o que olvidemos que apalearon al diputado Máximo Kirchner, ni que filmaron a los manifestantes y dejaron un volquete con piedras para pudrir la convocatoria, o que se detectó a un infiltrado portando un cuchillo. Y si la decisión política de nuestros enemigos es avalar a las fuerzas represivas y a sus servicios para cometer cualquier desborde criminal, es obligación del Presidente y sus ministros (¿Aníbal vive?) resguardar la integridad de la Vicepresidenta y de los demás representantes del pueblo argentino. Cuesta muchísimos años que se formen dirigentes de la talla de todos los nombrados, y no hay que dejar ningún resquicio para que nos los arrebaten. Poniendo el cuerpo, sí, pero también exigiendo que el Poder Ejecutivo ponga los límites institucionales que ayer brillaron por su ausencia.

 

 Por Carlos Semorile.

martes, 9 de agosto de 2022

"Identificaciones"

Hasta el 4 de septiembre puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra “Identificaciones” de Ernesto Deira, quien a principios de los ´60 formó parte de los pintores de vanguardia que apostaron por la “Nueva Figuración”. Se proponían apartarse tanto de “la abstracción como las formas tradicionales de representación (…) Tras exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, el grupo se separó definitivamente en 1965”.

 

Seis años más tarde, Deira encara la realización de las siete obras que integran “Identificaciones” y que reflejan un estado de situación tanto a nivel mundial como local que de seguro conmovió su sensibilidad de hombre de izquierda y de genuino hombre de derecho (pues también era abogado). Como dice la directora artística del Museo, Mariana Marchesi, “Sin dudas, el asesinato de Ernesto ‘Che’ Guevara en Bolivia era el hilo conductor de este breviario de la violencia.

 

Así es: en el cuadro que preside la muestra, los genitales de la figura central están tapados por la imagen de un “ranger”, el cuerpo de elite encargado de capturar y matar a Guevara. Por detrás, como esfumado, aparece un cuerpo yacente que remite al del propio Che expuesto en la lavandería del hospital de Valle Grande. Y a un costado, en una caja, unas manos que -como sabemos- sus asesinos le cortaron para tener la certeza de que se trataba del guerrillero argentino-cubano.

 

Cuando “Identificaciones” se presentó por primera vez en septiembre de 1971 en la Galería Carmen Waugh de Buenos Aires, Deira manifestó: “Mi pretensión es sacudir a la pequeña burguesía, público habitual de esta clase de exposiciones, y enfrentarla, a través de un elemento simbólico, con la realidad cotidiana”.

 

Creemos que a través de la crudeza de estas pinturas, donde el negro está muy presente en cada una de la telas y donde las manos vuelven a aparecen separadas de los cuerpos, Ernesto Deira hizo aún más: profetizó el tiempo que advenía a cubrir de sombras las vidas de los más y a mutilar un tejido social que, transcurridos los años, iba a buscar en esas manos y en esos cuerpos –desmembrados o no- los signos que hicieran posible las identificaciones de las identidades.

 

En el caso de Juan Pablo Maestre –que fue retratado por Deira junto a una versión del Cristo de Mantegna-, esa identificación fue posible por un hecho fortuito: desatada la cacería sobre los dirigentes de las FAR, pasó a la clandestinidad y se refugió en lo de una compañera, lugar donde su hermano Eusebio advirtió que usaba un calzoncillo color amarillo. Esta singularidad, publicada por la prensa sensacionalista, hizo posible rescatarlo de una anónima tumba como N.N. en Escobar.

 

Todo esto nos lleva a las reflexiones que escribió Horacio González en “Fusilamientos”, el último de sus libros póstumos: “Reconocer la dificultad de la traducción entre pintura e historia, como ensayan los grandes maestros de ambos rubros, sería hablar a partir de la incompatibilidad de ambas situaciones, pues el hecho artístico se halla en el interior de una historia que cree no precisarlos y la historia puede ser un arte cuando se la narra de un modo y con estilo que también no se atrevería a desdeñar. Eso, si lo que la engalana no perturba el reto efectivo de los hechos. Pero partimos de una incompatibilidad, para no conceder erróneamente que un hecho atestiguado por ojos humanos como vida social realmente acontecida, no pueda tener su correlato pictórico inspirado en un irrefrenable realismo (…) Esta incompatibilidad debe ser bien recibida, es evidente; es la que nos lleva a lo infinito de cualquier reflexión sobre los huidizos puntos de contacto entre pintura e historia”.

 

La reflexión sobre la incompatibilidad entre historia y pintura nos toca de cerca: conocimos la opinión de Juan Pablo sobre el efecto desmoralizante que las dictaduras de los ´60 buscaban sembrar en la militancia mediante la publicación de las descarnadas fotos de los torturados y asesinados, y ahora –más de 50 años después y cuando hace rato que el Poder ya no exhibe su barbarie sino que la oculta- vemos que su imagen vuelve a un presente que cree no precisarlo.

 

Como supone poder desdeñar todas estas imágenes de “un irrefrenable realismo” que no sólo dan cuenta de hechos atestiguados “como vida social realmente acontecida”, sino que siguen siendo proféticas en la medida en que el mundo sigue tan desigual como convulsionado (González diría: “¿Y qué época no lo es?”). Por ello pensamos que “Identificaciones” debe verse desde un humanismo compungido pero alerta, y que debe continuar en circulación.

 

Porque, además, la acompaña la historia de haber sido una muestra que permaneció ella misma desaparecida tras haber viajado al Chile de la Unidad Popular. Y porque los hijos de Deira no dejaron de luchar por su devolución desde que Luis Felipe Noé descubrió en Santiago que los cuadros no habían sido destruidos, sino que estaban en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile. El legado de Deira perdura en su genética y, gracias a ello, hay y habrá “Identificaciones”.

 

Por Carlos Semorile.

 

viernes, 29 de julio de 2022

De Eusebio Dojorti a Juan Pablo Maestre


(Foto: Valentina Parajó para Perfil)

Hoy 29 de julio, fecha del fallecimiento de Eusebio Dojorti/Buenaventura Luna en 1955, se inaugura en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra Identificaciones del pintor argentino Ernesto Deira (1928-1986), una serie de 7 obras cuya intención “era trazar una crónica sobre algunos de los acontecimientos más violentos sucedidos en el mundo desde los años 60: la pobreza en el Tercer Mundo, los procesos de descolonización, la invasión estadounidense a Vietnam y, en el caso de la Argentina, los primeros actos represivos que inauguraron la década del 70”.

 

Uno de los cuadros que pintó Deira está basado en la tapa de la revista “Así” del 22 de julio de 1971, en cuya portada apareció la imagen del cuerpo supliciado de Juan Pablo Maestre (hijo de Dojorti y de Olga Maestre), quien había sido secuestrado días atrás junto con su compañera y esposa Mirta Misetich, quien continúa desaparecida.

 

La serie "Identificaciones" -inusual en la obra de Ernesto Deira- fue exhibida en Buenos Aires a fines de 1971, y casi enseguida viajó a Chile, de donde pudo ser rescatada por su familia recién este año y luego de mucho batallar.

 

El cuadro inspirado en la imagen del cadáver de Juan Pablo Maestre es el que puede verse en la página del MNBA, y se completa con una versión de la "Lamentación sobre Cristo muerto" del italiano Andrea Mantegna (un pintor del Quattrocento), obra que para muchos tiene una asombrosa semejanza con la del cadáver del Che Guevara expuesto en la lavandería de Valle Grande.

 

Sea como fuere, el hecho es que los cuadros de Deira -y, entre ellos, la obra sobre Juan Pablo y el Cristo muerto- estuvieron en Chile al mismo tiempo que los Maestre nos exiliamos en el país hermano debido a la persecución de la dictadura de Lanusse.

 

Y que un 29 de julio vuelve a unir los nombres de Eusebio Dojorti y de su hijo Juan Pablo Maestre, del mismo modo en que ya están enlazados su pasión por la Palabra, su capacidad para convertirla en poesía y en canción, su rabiosa piedad política, y sus derroteros en las luchas sociales del pueblo al que pertenecían y siempre dentro del movimiento nacional y popular de las grandes mayorías argentinas.

 

Por Carlos Semorile.

 https://www.bellasartes.gob.ar/exhibiciones/se-exhiben-en-el-bellas-artes-las-obras-de-ernesto-deira-restituidas-desde-chile/

miércoles, 15 de junio de 2022

Encuentro entre poetas

En 1984, cuando aquí veníamos saliendo de la Dictadura Genocida, tuvimos dos acontecimientos que revolucionaron el aire que respirábamos. Uno de ellos fue la serie de conciertos que Silvio Rodríguez y Pablo Milanés dieron en el antiguo estadio de Obras Sanitarias, que en principio iban a ser unos pocos recitales y terminaron siendo catorce fiestas populares. De aquel encuentro entre artistas cubanos y argentinos quedó un registro sonoro y también uno fílmico, pero quienes entonces éramos jóvenes y ya habíamos gastado nuestros magros ahorros en las primeras localidades, seguimos yendo cada noche y encontrando cada vez una nueva manera de colarnos.

 

El segundo acontecimiento fue la aparición de “Silvio. Que levante la mano la guitarra”, un libro donde podíamos hallar aquellas letras del cubano que teníamos la imperiosa necesidad de leer con detenimiento. Muchas ya formaban parte de nuestra historia musical porque, como es sabido, los cassettes con sus canciones ya venían circulando de mano en mano desde tiempo atrás. Pero la obra, además, traía unas fotos preciosas –en ByN- que para los fanáticos eran otro motivo para comprarla y atesorarla. Hablando de fanatismo, en mi familia llegó a haber casi tantos ejemplares como miembros del clan: “-¿Este es el mío?” “-No, querido, el tuyo lo prestate o te lo afanaron. Este es el mío”.

 

El otro asunto que nos resultaba vital en aquellos años donde aún no existían las redes electrónicas, era poder acceder al pensamiento vivo de Silvio a través de la entrevista realizada por los autores del libro, Víctor Casaus y el ya fallecido Luis Rogelio Nogueras (“el mejor poeta de mi generación”, tal como lo presentó Silvio en su concierto de 2007 para el pueblo dominicano). Aunque el “deshilvanado prólogo” había querido dar cuenta de las cuestiones presentes en la literatura musical del trovador, era aquí, en este encuentro entre poetas (Casaus, Nogueras y Rodríguez), donde el libro alcanzaba su cenit de definiciones –con ciertos ajustes de cuentas-, remembranzas, fraternidad y gratitud.

 

A casi cuarenta años de aquella conversación hay que reconocer la vigencia de las reflexiones de un hombre que siempre se exigió a sí mismo para estar a la altura, no sólo del presente, sino del porvenir. Del mismo modo en que su poesía y su musicalidad no se han resentido por el paso del tiempo, sus respuestas de 1984 pueden ser leídas hoy sin encontrar rastros de solemnidades vanas: “De Cuba no tengo ninguna influencia. Lo que tengo de Cuba son las raíces (…) Creo que mi influencia fundamental es la Revolución (…) pero si quieren una respuesta profunda diré que el responsable máximo de mi expresión es Fidel”.

 

Esta nueva edición contiene dos introducciones relevantes. Una es del propio Silvio: “De todo lo que se ha escrito sobre mi trabajo, Que levante la mano la guitarra es sin dudas lo más entrañable (…) Se trata de un libro concebido en tiempos difíciles, complejos, hermosos, en una Cuba que intentaba acercarse a su propio ideal. Mucho de aquel país está en las manos del lector, en asuntos que –si miro en torno- parecen intemporales”.

 

La otra es de Víctor Casaus: “Que levante… nació paralelamente con el documental homónimo que realizamos en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), con guión de Wichy Nogueras. Wichy partió demasiado pronto y por ello hemos mantenido intacto el contenido original de este libro en las diversas reediciones que han aparecido década tras década. Así sucede con esta, que continúa siendo, sobre todo, un homenaje a la amistad, que ahora se ensancha otro poco con la inclusión de la foto de Kaloian Santos Cabrera en la flamante portada. Desde esa amistad, esta nueva edición de Colihue hace justicia también a la importancia que ha tenido Argentina en la vida del trovador (…) Silvio ha acompañado desde la canción y el compromiso los más importantes desafíos del pueblo argentino”.

 

 Ya mencionamos la trascendencia que tuvieron aquellos recitales de Obras, lo mismo que los del Luna Park en 1986, el concierto homenaje por los 30 años de la muerte del Che Guevara en la querida cancha de Ferro, su presencia en 2004 en la Plaza de Mayo por los festejos de la Revolución de Mayo, el impresionante encuentro de Villa Lugano en 2015, y otra masiva celebración en Avellaneda en 2018.

 

En este último acto, el poeta Jorge Boccanera le dedicó su poema “Engarce”, y cuando presentó esta nueva edición en la última Feria del Libro de Buenos Aires, recordó que cuando entrevistó a Silvio en 1978 en México “le comenté que me llegaban noticias de que aquí, en Argentina, mucha gente escuchaba sus canciones en casettes que iban de mano en mano eludiendo la sombra de la dictadura. Silvio me miró no muy convencido”. Esas dudas, hace ya tiempo, quedaron disipadas.

 

En su presentación, Boccanera también rescató “la presencia e influencia de su madre que, dice el trovador, ‘se bañaba con danzón, barría con boleros y cocinaba con sones’”. Este influjo se desarrollaría luego bajo el amoroso amparo de Haydée Santamaría, y del creador y director del ICAIC Alfredo Guevara (háganse un regalo: busquen y lean sus cartas reunidas en “¿Y si fuera una huella?”). Y entre muchos otros con quienes se hermanó en la poesía, Silvio destaca a Roque Dalton.

 

   Este libro, este encuentro entre poetas, es una delicia porque, como escribió el irlandés Yeats, “Sólo las palabras son un bien cierto: canta entonces, que esto es cierto también”. Y Silvio siempre nos ha dado motivos para creer en las palabras, y en la verdad de la canción.

Por Carlos Semorile.


 

martes, 3 de mayo de 2022

Peronistas sin saberlo


De la mano de la gobernanza de Alberto Fernández no sólo hay “funcionarios que no funcionan”, sino que la propia discusión política viene en un declive tan pronunciado que hay quienes se atreven a poner en tela de juicio el nivel de “peronismo en sangre” de figuras cruciales del ciclo kirchnerista. Algunos, en su delirio, mascullan que ni siquiera Cristina pasaría la prueba de sus estériles “peronómetros oxidados”.

 

Acaso lo más penoso de esta tramoya –porque a debate no llega- es que obtura en vez de abrir y que expulsa muchísima más gente que la que incorpora. No siempre fue así. En 1971, en el célebre reportaje “Los de Garín”, Carlos Olmedo decía: “Nosotros no nos integramos al peronismo; el peronismo no es un club o un partido político al que uno puede afiliarse. El peronismo es fundamentalmente una experiencia de nuestro pueblo y lo que nosotros hacemos ahora es descubrir que siempre habíamos estado integrados a ella, o dicho de otro modo, es desandar el camino de equívocos y malos entendidos por los cuales en alguna etapa de nuestra vida no supimos comprender que siempre habíamos estado integrados a ella en el sentido que está integrado a la experiencia de su pueblo todo hombre que se identifica con los intereses de los más”.

 

Este planteo de Olmedo se sintetizará en el dicho “peronistas sin saberlo”, el cual explica –allá y entonces, pero también aquí y ahora- el descubrimiento de haber pertenecido siempre a una identidad político/cultural. El entrevistador de Olmedo, Francisco “Paco” Urondo, lo puso en la voz de uno de los personajes de su novela de 1974 “Los pasos previos”: “-¿Desde cuándo sos peronista? –Me parece que mucho antes que yo mismo me lo imaginara”.

 

Casi 50 años más tarde del reportaje de “Paco” Urondo a Carlos Olmedo, el entonces ex Ministro de Economía Axel Kicillof decía en una entrevista realizada en el año bisagra 2019: “para mí definirme peronista fue un salto identitario (…) Lo que yo diría hoy es que durante mucho tiempo participé de ese grupo de argentinos, e incluso te lo extendería a América Latina e Hispanoamérica, que son peronistas sin darse cuenta”.

 

Hay cientos de miles de “peronistas sin darse cuenta” que lo son, pero para que puedan asumir el “salto identitario” que implica “desandar el camino de equívocos y malos entendidos” que los mantuvo alejados del movimiento nacional, es urgente que la gobernanza se deje de llamados vacíos a la unidad y atienda “los intereses de los más”. Esto es lo que reclaman tantos compatriotas que son “peronistas sin saberlo”.

 

Por Carlos Semorile.

sábado, 23 de abril de 2022

Cada cual vive como quiere


 

Anoche el Cuarteto Cedrón dio un recitalazo en Hasta Trilce, y quienes podemos decir que estuvimos en esa pasión nos llevamos –además de las canciones- las palabras con las que el Tata fue engarzando un tema como otro, pero siempre como testigo y protagonista de lo que grandes poetas y músicos sembraron en esta tierra donde, como contó sobre la obra de Kartun “La vis cómica”, al inicio no había ni piedras para defenderse de los perros hambrientos.

 

Que de aquella desolación original hayan surgido “Lejana tierra mía” –de la cual hizo unos acordes al inicio- y “Tierra querida” –que cantó sobre el final acompañado por Daniel Frascoli en guitarra-, habla de un apego que fue creciendo al rescoldo de la mixturación entre la sangre y el espíritu hasta generar géneros refinados y soberbios en la música y una lírica popular tan emotiva, reflexiva y exquisita que no tiene nada que envidiarle a nadie.

 

El Tata lamentó no haber llevado las citas de Stravinski y de Mahler que hablan de la importancia de la tradición, pero las reemplazó con sus propios recuerdos. Y con los de otros que, como Raúl González Tuñón, siempre están presentes en su corazón: alguno muy risueño, como la del ladrón que cada tanto empeñaba su ojo de vidrio y que era oriundo de Venado Tuerto; y otros son más bien su sospecha de que Tuñón escribió “Los ladrones” para decir “cada cual vive como quiere”.

 

Son las memorias de distintas “bandas de atorrantes” como las que andaban por Boedo en la época Olivari, Manzi, Castelnuovo, y que los afiches “de diseño” pretenden borrar de la empecinada memoria de algunos porteños. O la que se juntaba en el conventillo de la calle Olavarría 757 (la casa de su hermano Alberto donde el Tata recaló después de 14 meses de colimba, “la peor época de mi vida”), y por donde pasaron Gelman, Urondo, Paco Ibañez, Glauber Rocha, y otros.

 

No hay registros de Youtube de aquellas bohemias, pero está el mantel de “Pippo” –que el Tata mostró a la audiencia- donde el reaparecido Nacho Whisky (“¿Estás vivo, Nacho?” “Sí, estoy vivo”, repetido tres veces como en un relato bíblico) escribió “La calesita del tiempo”, y que al ser interpretada provocó el estremecido grito de “¡¡¡Impresionante!!!” por un muchacho que estaba en la sala y que nos representó a todos.

 

El Tata conversó mucho con el Profe Miguel Praino, su amigo y compañero de toda la vida, evocando tierras donde llevaron nuestra música, o lo que aprendieron de Osvaldo Tarantino (“el Satie del tango”) en las madrugadas del mítico “Gotán”. Digamos que en “Diagonales” se luce Julio Coviello, del mismo modo que Federico Terranova hace un inspirado dúo de cuerdas con Praino, pero también señalemos que el Profe es tanto su viola como Shakespeare su pluma.


En 2022 se cumplen cien años de cuando el joven Tuñón –apenas 17 pirulos- escribió “Eche veinte centavos en la ranura” y el Tata cuenta que se lo dice al Ministro de Cultura y es como si éste oyera llover: “Dios no pasó por aquí”. El que siempre pasa es el Cuarteto, y una y otra vez nos recuerda que “La tradición es la transmisión del fuego, y no la adoración de las cenizas”. Después, que cada cual entienda y viva como quiera.

 

Por Carlos Semorile.

domingo, 10 de abril de 2022

El agrimensor del espíritu de la tierra


 La obra “Scalabrini Ortiz” (Teatro El Picadero, sábados a las 17:30 hs.) es una proeza de la dramaturga Florencia Aroldi, cuyo texto conjuga de modo virtuoso aspectos sobresalientes de la vida pública y privada de este gran pensador nacional. Sin adelantar nada de la trama, sí hay que decir que en escena está también la que fuera su compañera de toda la vida, Mercedes “Mecha” Comaleras, una mujer tan formidable como extraordinario fue el amor que hubo entre ellos.  

 

Alejandra Darín y Pablo Razuk encarnan a “Mecha” y a Raúl con el mismo cuidado con el que la prosa de Aroldi se acercó a la intimidad de sus personajes para iluminar palabras, silencios y gestos. Si ciertos pasajes épicos emocionan hasta las lágrimas (como el conocido relato de Scalabrini sobre la jornada del 17 de Octubre de 1945 –aquí Razuk deja el pellejo-), no conmueven menos los diálogos llenos de sobreentendidos de esta pareja de luchadores a los que nunca les sobró nada.

 

Ambos asumieron el no reconocimiento: “Nosotros éramos y somos místicos de la realidad. Queríamos la realidad por sobre todas las cosas y creíamos y creemos que ella encierra una magnitud de mundo que trasciende de aquello que pueden palpar nuestros elementales sentidos. Así, en nuestra pesquisa, dimos en descubrir lo que después debía aparecer como evidente para todos: que el cuerpo nacional nos pertenecía solo con la estricta condición de permanecer en servidumbre de un interés, de una inteligencia y de un espíritu ajenos (...) Tanto trabajo para demostrar algo que cuando sea comprendido será tan evidente que parecerá una obra estúpida la que estoy realizando (...) Y nuestros hijos asombrados preguntarán un día: ¿Cómo pudo nuestro padre ser tan tonto para perder media vida en demostrar una cosa tan sencilla?”.

 

Esa “cosa tan sencilla” ha vuelto ha quedar oculta para millones de compatriotas a los que este singular agrimensor les dedicó, para que ellos y sus descendientes tuvieran un porvenir emancipado, sus laboriosas horas de investigador, ensayista y pensador. La obra de Aroldi es tan sobria como el propio Scalabrini. Y es tan estremecedora como lo sigue siendo la scalabriniana mixtura de misticismo y realidad.

 

Por Carlos Semorile.

domingo, 27 de marzo de 2022

El criollo incesante




Recién anoche, después de casi dos años de su partida hacia el misterio, pudimos juntarnos a homenajear a Horacio Fontova. El marco fue el mejor de todos los posibles, el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, y la emotiva belleza del cuidado homenaje supo –merced a la ternura y la inteligencia de su compañera Gabriela Martínez Campos- eludir cualquier cliché y rescatar al Negro como músico, como escritor, como dueño de una mirada propia y, en suma, como pensador.

 

No lo hizo sola, desde luego, y gran cantidad de músicas y músicos, de actrices, actores y poetas dieron testimonio del inmenso cariño que Fontova cosechó entre sus pares. Pero fue Gabriela quien condujo toda esa energía, que con facilidad se podría haber desbordado hacia un recordatorio tan empalagoso como insustancial, y lo contuvo dentro de la idea de ir al hueso del legado del Negro: qué pensó, qué dijo, qué escribió y pensando en quiénes, y con cuánta hermosura lo plasmó.

 

Esto se vio reflejado en la cuidada selección de imágenes que realizó su sobrino, Gonzalo Martínez Campos, en las que se impuso la sobriedad y donde la palabra de Fontova fue la protagonista. En el mismo sentido, la dirección musical de Popi Spatocco, a través de musicalizaciones que el Negro hubiese adorado, consiguió que cada voz se luciera en su propio registro y que las letras de Fontova alcanzaran la dignidad literaria que tienen por derecho propio. En ellas están su revisionismo histórico, su condena a la banda de miserables que malversan lo que es de todos, su rescate de los originarios, su exquisito olfato para la vida popular, su intensa piedad por todas las criaturas.

 

Que todo ello lo haya dicho en canciones que son un muestrario de ritmos latinoamericanos pero sobre todo bien argentinos, es un reflejo de lo claro que tenía el Negro el tema de la identidad. Sabía de donde venía y por la índole musical de su familia estaba abierto a todos los legados, pero quien repase lo que se cantó anoche en el Kirchner, y quiénes lo cantaron, no podrá dejar de advertir que representaban al folklore, al tango y al rock argento. Es la música de un criollo incesante.

   

Un mestizo reo que manejaba como pocos los recovecos de la lunfardía porteña, sin dejar de bucear en todos los demás lenguajes que pudieran servirle para expresar la profundidad de su espíritu renacentista -dibujante, pintor, escritor, actor-. Y también un laburante comprometido en cada uno de estos oficios: me resisto a creer que, amén de sus muchos talentos, todo le saliera de taquito. Él también fue un alquimista que, con calle y estaño, separó lo sutil de lo grosero.

 

El Negro soberano y soberanista al que le dolían todas las injusticias, y por eso mismo se brindaba como bandera para las mejores causas. El compañero de los gestos amorosos, para quien cada acto debía reflejar el amor proclamado. Un tipo hermoso que nos deja un mandato fruto de su meditada sapiencia: para joder a estos tipos, debemos ser felices.

 

Por Carlos Semorile. 

viernes, 25 de marzo de 2022

Incluso la moderación necesita un límite


 

Mi compañera sostiene que los 24 de marzo suelen aclarar el panorama político con la misma contundencia que la energía popular que se despliega en las calles para reivindicar las luchas de la generación masacrada, pero también de todas las de nuestra historia. Los sucesivos encuentros de Axel Kicillof con Hebe de Bonafini y las cosas que ambos dijeron, pero en especial las que dijo el Gobernador, parecen apuntalar esta percepción: este 24 nos nació un candidato.

 

Después de la reciente visita de Cristina a la Casa de las Madres, Kicillof tomó la posta con una serie de definiciones que lo posicionan como candidato presidencial del espacio político que hoy gobierna y que mañana podría no hacerlo si no corrige la tibia parsimonia de su andar: “Cuando uno se fija metas fáciles de alcanzar, cuando uno piensa dónde está el límite de lo que tenemos que buscar, ya está empezando mal (…) El problema es siempre y permanentemente romper esos límites y correr la frontera de lo posible, más allá de lo que dicen los diarios, los poderes dominantes, la voz de la sensatez. Ahí está el ejemplo de las Madres, que si hubieran puesto precio a su palabra o hubieran actuado en base a lo que era alcanzable, nunca hubieran sido lo que fueron”. Si la voz de la prudencia maniataba a las palabras, el Gobernador desató ese lazo.

 

En política, como en la vida misma, no hay ninguna certeza infalible porque ni aún la mejor estrategia nos garantiza que triunfemos en las luchas que estamos empeñados. El presidente Alberto Fernández está empacado en su apuesta consensualista, donde la templanza la ponemos millones de compatriotas que nos mordíamos la lengua antes que darle de comer al enemigo. Pero incluso la moderación necesita un límite porque, si vamos a perder, preferimos perder peleando: “Hoy hay que pensar para qué llegamos al gobierno en 2019: no es ni para permanecer, ni para no molestar. Es para darle de comer a la gente, para darle trabajo, para reactivar nuestras industrias, poner en marcha la producción y buscar la justicia social. Al que no le interesa pelearse con nadie, sepa que no lo necesitamos. Hay que dar todas las peleas”.

 

Antes de Axel, Hebe había expresado –en una frase que nos recuerda el planteo final de “Las Brujas de Salem”- que “Lo único que tenemos nuestro es la palabra”. Esto es verdad tanto en la vida como en la política y por eso muchos celebramos que, de todo lo que tenemos que ocuparnos de rescatar, hayamos comenzado por recuperar nuestra lengua política. La que dice quiénes somos y lo que anhelamos ser.

 

Por Carlos Semorile.

lunes, 21 de marzo de 2022

Sin asumir el conflicto, no hay hegemonía posible


 Estamos en las vísperas de un nuevo 24 de marzo, y ello nos recuerda –como plantea Eduardo Rinesi en su ensayo Política y tragedia- “que ninguna historia “oficial” cierra jamás, que no hay relatos justificatorios de los poderes políticos del presente que no se levanten sobre la clausura, el olvido o la distorsión de los hechos del pasado. Y que, exactamente por eso, la historia no cesa de reabrirse todo el tiempo”.     

 

Esta reapertura del cierre oficial de la historia es, desde luego, parte de la persistencia de la memoria del sentido de las luchas de los derrotados pero también, si no entendemos y seguimos mal a Rinesi en ese y otros textos suyos, porque la tragedia de la política –de cualquier política, de toda política- es que el conflicto es inerradicable del mundo de los hombres y, por ende, todo orden es inestable y frágil. El fin de una etapa o la sanción de una ley, nunca es un “cierre” para todos.

 

Y no se trata, como se repite con liviandad, de que habría dos egos en disputa al interior de la fuerza que hoy gobierna y mañana podría no hacerlo. Más bien se trata de dos maneras distintas de entender la política: una –la del presidente- la entiende en un sentido débil, apenas como una acción moderada que busca eludir el conflicto; la otra –la de la vicepresidenta- la comprende como una praxis transformadora que, al ir al hueso del conflicto, trastoca y recrea las relaciones de poder.

 

Si cada encrucijada de la historia -como dice Rinesi en Las máscaras de Jano- “es un nudo lleno de tensiones, de conflictos y de exigencias morales frente a esas tensiones y a esos conflictos, (…) eso no es algo necesariamente malo, porque es lo que nos permite pensar cada momento de la historia como un momento de inauguración y de posibilidad”. Y esto hoy no ocurre porque la postura del presidente busca, a toda costa, conjurar la aparición de la tensión y del conflicto.

 

Pero, lejos de conseguir su objetivo, el presidente lo genera al interior de la fuerza que lo llevó al puesto que hoy ocupa para que enfrentase –y enfrentáramos- a los detentadores del Poder. Tienen razón quienes, de un lado u otro de este debate, piensan que así se angostan nuestras chances de volver a ser gobierno en 2023. Nadie va a aceptar nuestra dominación -“que en griego se dice hegemonía”- si no hay un/a líder que asuma la tragedia de lidiar con los conflictos y dispute con el Poder.

 

Por Carlos Semorile.

jueves, 17 de marzo de 2022

San Patricio, un cristianismo sin derramamiento de sangre


El irlandés era el idioma dominante en el siglo V cuando San Patricio llegó por segunda vez a la isla, esta vez con la misión de cristianizarla. Pese a pertenecer a una bien posicionada familia britana -celta y romanizada-, Patricio fue esclavizado siendo muy joven y así estuvo seis años en Irlanda haciendo tareas de pastor. Logró escapar y regresar a Bretaña, aunque ya con un fuerte espíritu devocional: allí tuvo una visión donde un hombre que conoció durante su obligada estadía en Irlanda le entregaba unas cartas que contenían una suerte de llamada: “La voz de los irlandeses”.

 

 Años más tarde, fue el primer misionero entre los “bárbaros” que habitaban esta isla ajena a las leyes de Roma. Aunque al principio disputó para obtener el título de obispo y así poder ordenar sacerdotes, luego se adecuó a la realidad de un país no centralizado y creó una iglesia monástica que no interfirió con la estructura de la sociedad gaélica, tomando y adoptando las celebraciones y costumbres paganas: “A medida que san Patricio en su itinerario evangelizador, iba fundando nuevos monasterios, ordenaba sacerdotes con una escasa formación cristiana. Muchos de esos sacerdotes provenían del grupo social druídico (es decir: druidas, poetas y bardos ambulantes), lo que con toda seguridad hacía más fácil su aceptación por parte del pueblo, pero al mismo tiempo garantizaba una suerte de perpetuación de las tradiciones preexistentes (…) Cuando los monjes-bardos irlandeses conocen el latín, fuerzan el alfabeto y se valen de él para transcribir las viejas historias en gaélico y transmitirlas con algunos agregados de la tradición cristiana”.

 

Al rescatar estas historias y agrupar las grandes sagas -divididas en ciclos que abarcan desde la época precristiana hasta el primer milenio- no sólo iban poniendo por escrito lo que hasta ese momento sólo había circulado a través de la oralidad, sino que de alguna manera estaban inaugurando otra perdurable tradición irlandesa: la de la traducción.

 

Entre aquellos traductores “culturalmente seguros de sí mismos” el amor a las palabras iba acompañado del amor a los idiomas, y mientras Europa perdía los tesoros de sus bibliotecas a manos de las invasiones germánicas, Irlanda mantuvo el estudio de griego y latín en sus escuelas monásticas y fue incorporando al irlandés palabras latinas como, por ejemplo, cuerpo y alma. Inclusive estas escuelas llegaron a competir por la cantidad de manuscritos de sus bibliotecas, lo que llevó a la llamada Batalla de los Libros (cerca del año 562, en el condado de Donegal), que se zanjó mediante la copia de los textos más valiosos. Poco tiempo después –en el año 575, en el condado de Derry- hubo una asamblea histórica en la que San Columba abogó por la reforma de la clase de los bardos y poetas (los druidas habían sido desplazados por los monjes cristianos): la asamblea creó las “Bardic Colleges”, escuelas seculares donde enseñarían la historia irlandesa en la lengua nativa.

 

Entre las escuelas monásticas y las escuelas de bardos, los conocimientos estaban disponibles para los hombres del mundo letrado (sacerdotes y bardos/poetas), pero también para los campesinos pobres que de esta forma podían conversar en latín. Como sostuvo James Joyce, la isla representó un foco de intelectualidad que luego se difundió por todo el continente europeo, pues los santos y sabios irlandeses se encargaron de rescatar tesoros que luego llevaron de país en país, jugando un papel crucial en el resguardo del patrimonio cultural de la antigüedad, desde la caída del Imperio Romano hasta los albores de la Europa medieval. Aquellos hombres comprendieron el poder de las palabras, lo cual nos remite al hecho de usar la lengua para establecer un marco de referencia cultural y desde allí contar la historia irlandesa y sus enseñanzas, y así determinar el significado de los hechos como un modo de integración comunitaria.

 

   Como si todo esto fuera poco, el cristianismo monástico de San Patricio no tuvo pretensiones imperiales, no propició la esclavitud ni los sacrificios humanos. Este hecho inédito dejó una huella profunda en el alma irlandesa, y hasta el propio Joyce destacaría que Patricio logró que Irlanda fuese convertida al cristianismo sin derramamiento de sangre y sin el martirologio de otras tradiciones eclesiásticas. Esos mártires ausentes durante el proceso de adopción de la fe cristiana comenzarán a aparecer luego a partir de la colonización y, sobre todo, de la feroz represión de las fuerzas inglesas a lo largo de la historia. Mientras tanto, el antiguo esclavo Patricio se identifica con su tierra de adopción y es ahora un irlandés, “un hombre capaz de creer en la fuerza y la determinación de la mujer mucho más de lo que pudiera cualquier hombre educado en la tradición clásica”. Y es desde esa nueva identidad que lanza una interpelación a los británicos, una pregunta que sigue resonando a través de los siglos: “¿Acaso a sus ojos haber nacido en Irlanda es motivo de vergüenza?”.

Por Carlos Semorile.