Mi compañera sostiene que los 24 de marzo suelen aclarar el panorama político con la misma contundencia que la energía popular que se despliega en las calles para reivindicar las luchas de la generación masacrada, pero también de todas las de nuestra historia. Los sucesivos encuentros de Axel Kicillof con Hebe de Bonafini y las cosas que ambos dijeron, pero en especial las que dijo el Gobernador, parecen apuntalar esta percepción: este 24 nos nació un candidato.
Después de la reciente
visita de Cristina a
En política, como en la vida misma, no hay ninguna certeza infalible porque ni aún la mejor estrategia nos garantiza que triunfemos en las luchas que estamos empeñados. El presidente Alberto Fernández está empacado en su apuesta consensualista, donde la templanza la ponemos millones de compatriotas que nos mordíamos la lengua antes que darle de comer al enemigo. Pero incluso la moderación necesita un límite porque, si vamos a perder, preferimos perder peleando: “Hoy hay que pensar para qué llegamos al gobierno en 2019: no es ni para permanecer, ni para no molestar. Es para darle de comer a la gente, para darle trabajo, para reactivar nuestras industrias, poner en marcha la producción y buscar la justicia social. Al que no le interesa pelearse con nadie, sepa que no lo necesitamos. Hay que dar todas las peleas”.
Antes de Axel, Hebe había expresado –en una frase que nos recuerda el planteo final de “Las Brujas de Salem”- que “Lo único que tenemos nuestro es la palabra”. Esto es verdad tanto en la vida como en la política y por eso muchos celebramos que, de todo lo que tenemos que ocuparnos de rescatar, hayamos comenzado por recuperar nuestra lengua política. La que dice quiénes somos y lo que anhelamos ser.
Por Carlos Semorile.
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