martes, 31 de octubre de 2023

"Jerusalem del Medio"


 Una entelequia insostenible, como cada vez que alguna civilización quiere eliminar una cultura que ha resistido todos los intentos de borrarla para hacer más grande aún, como sucede en este caso, al único estado étnico del mundo. 

 

Un estado supremacista que está llevando adelante un genocidio a vista y paciencia de las grandes potencias –salvo algunas honrosas voces, como la del presidente Lula da Silva-, pero cuyos pueblos condenan la aberración de una masacre feroz que tiene todos los componentes de un arrasamiento planificado y voraz hasta que no quede ni una brizna de vida palestina.

 

Si alguien -desde la pertenencia religiosa o cultural que sea- cree que puede no condenar los hechos, avísenle que “Jerusalem del Medio” nunca existió.

 

Por Carlos Semorile.

jueves, 26 de octubre de 2023

Luchas y razones


 

Anoche, en la embajada de México en Argentina, se realizó la presentación del libro digital multimedia “El arca en el exilio”, de Sara Melul y Luisa Galli. El trabajo surgió en plena pandemia a partir de una idea de Luisa Galli para, en un contexto que muchos autores compararon a una nueva situación exiliar, rescatar la memoria de tantos compatriotas que recalaron en México y para transmitir a las nuevas generaciones las razones de las luchas que ellos sostuvieron.

 

Como contó Sara Melul, cada reunión de trabajo con Luisa fue como uno de esos recreos que compartían en la cárcel de Villa Devoto, donde ambas se conocieron en 1974, y así –entre recuerdos y rescates de tantas compañeras y compañeros que fueron parte de los llegados al arca mexicana que los cobijó y contuvo- pudieron compilar las “Producciones culturales, científicas y artísticas de los protagonistas del exilio argenmex 1974-1984”, como reza el subtítulo del libro.  

 

Melul explicó, y no podía ser de otro modo, que la concreción del libro se debió a un trabajo colaborativo donde cada entrevistada y cada entrevistado sumó algo más a la memoria de ese tiempo signado por pérdidas, pero también por la seducción de una tierra, un pueblo y una cultura que los hizo descubrirse mestizos y ampliar sus identidades hasta sentir, como dijo la embajadora Lilia Rossbach parafraseando a Juan Villoro, que una parte de Argentina se llama México.    

 

No fue muy distinto lo que a su turno expresaron los presentadores Jorge Bernetti, Oscar González y Mempo Giardinelli, quienes fueron retratando el modo amoroso en que México los cuidó y les hizo sentir que allí (no en su segunda casa sino, como aclaró Mempo, en “la” segunda casa de todas y todos ellos) podían seguir expandiendo el amor a la vida que en su momento los llevó a militar para que las grandes mayorías argentinas pudiesen recuperar “el derecho al goce”.  

 

Estos tres caballeros fueron muy medidos al momento de hacer uso del tiempo de sus exposiciones, tiempo que utilizaron para rescatar las figuras de tantos compañeras y compañeros que ya no están entre nosotros y que también gozaron del modo en que México resguardó su integridad, siendo emblemático el caso del expresidente Héctor Cámpora, quien vivió en la bellísima casa que es la sede de la embajada mexicana, y que de alguna manera inauguró el tiempo del exilio.

 

Todo el acto estuvo atravesado por la fortísima emoción de la gratitud por la solidaridad recibida cuando el diluvio genocida asoló el país argentino. Hubo muchos abrazos, pero hay que decir que los mismos comenzaron en las palabras dichas y que contuvieron a los presentes y a los ausentes. Porque en materia de cobijo no puede haber distingos.


Por Carlos Semorile.

viernes, 20 de octubre de 2023

Hay sistema en la locura

 


   Para decir unas pocas cosas acerca de esta coyuntura tan angustiante, primero vamos a subirle el precio al personaje que más desvelos provoca, pero, como enseguida se verá, de inmediato lo volveremos a ubicar en su palmera. Como plantea Eduardo Rinesi en “Política y tragedia”, decir –y acertar al decirlo- que hay sistema en la locura del príncipe Hamlet no supone de ninguna manera contraponer “sistema” y “locura”, sino que, por el contrario, la riqueza del personaje reside en que haya sistema en la locura.  

 

   Creo que parte del dilema que nos tiene atravesados entre política y tragedia (aclaremos: entre la política tal como la conocemos y la tragedia que puede advenir como apocalipsis del conjunto de las prácticas comunitarias), es que el sistema político no supo prever –salvo Cristina: léase su intervención en el Foro del sector empresario de la Cumbre del G 20 realizada en Francia el 3 de noviembre de 2011- que la ausencia de un estado regulador y reparador podía engendrar semejantes monstruos.

 

  Esto no lo advirtió el sistema político pero sí la militancia política (y aquí mantenemos adrede la tensión entre lo político en su acepción débil del término, reservando la política como significado fuerte del término) que a lo largo de estos 4 años de abulia albertista se desgañitó de todos los modos posibles para llamar la atención de un presidente que expresamente pidió que se lo interpelara si equivocaba el rumbo para el que había sido elegido, pero que sólo eligió confrontar con el sector kirchnerista del Frente de Todos.

 

   Este consensualismo degradado y berreta –al que muchas veces dimos el nombre de “Nuestro Frondizi” con el fin de desarmar la falacia de que Alberto fue un error de Cristina, como si la traición de Arturo Frondizi hubiese sido culpa de un Perón empecinado, y para recordarles a “las alegres comadres doctrinarias” que frente a Alberto y a Frondizi esperaban agazapados Aramburu y Macri-, careció de sistema y de racionalidad, y por eso anduvo errático y a los tumbos permitiendo que crezcan estas opciones espantosas.  

 

  Porque no solo el lúbrico candidato incestuoso apostó por presentarse como un sádico, sino que también lo hace la candidata del Grupo de Tareas Pro, y en ambos casos (amén de que la endogamia es otra marca indeleble de las derechas: sus incestos inter-casta son para proteger sus privilegios) el acento puesto en la locura es lo que impide que buena parte de la sociedad no acierte a ver el sistema que los sostiene por detrás, y que siempre vuelve a ponerse en marcha cada vez que se trata de joder a las mayorías.

 

   Si la tragedia viene de la mano de un fingido delirio que esconde bien la barbarie de lo que su sistema vendría a imponer (y no porque sea Hamlet, porque más bien se parece al patético Polonio), la parte consciente de la sociedad –la que entiende que forma parte de una comunidad, y que se salva o se hunde con ella- le ha puesto racionalidad a la política. Ojalá alcance.

 

Por Carlos Semorile.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Apostillas sobre la violencia


 

Cada vez que a un pueblo sometido se le ocurre confrontar con su histórico sojuzgador, muy rápidamente se reinstala la moda de hablar de “la violencia” y, cual tilingas de un concurso de belleza, muchas y muchos terminan haciendo un abstracto y patético llamado a la paz. Para no caer en semejantes huevadas y, sobre todo, para no banalizar las luchas de los pueblos, conviene recordar lo que dijera Horacio González charlando con el historiador Javier Trímboli: “El que hace una historia no puede asustarse porque haya violencia. Al contrario. Ni festejarla ni asustarse” (en “Gonzalianas. Conversaciones sin apuro”).

 

¿Por qué rescatamos esta reflexión? Por un lado, por su enunciado más evidente -una vez surgida la violencia, no debemos festejarla ni asustarnos-, y porque lo que sí debemos hacer es historiarla, ponerla en contexto para intentar comprenderla. Como le sugería El Profe a Trímboli no es aconsejable “reprobar todo” en su conjunto como si la historia se tratara de un intercambio de cadáveres y huesos y, sospechamos nosotros, como si esa falsa permuta no estuviese signada por decisiones políticas de muy distinto calibre y cuyas responsabilidades no son equivalentes.

 

Y este es el otro punto cuyo rastro debe seguirse para conocer los objetivos estratégicos que determinan que una potencia militar descomunal como Israel se dedique a bombardear un hospital de Gaza, dejando un saldo –provisorio- de más de 500 muertos.

 

Ahora que todas y todos vemos series policiales en las más diversas plataformas, deberíamos seguir ese espantoso caudal de sangre y ver si no conduce al “Plan Decisivo de Israel”, cuyo autor es Bezalel Smotrich, actual ministro de finanzas y gestor de los territorios ocupados, quien ya en 2017 sostuvo que “en la tierra de Israel no hay lugar para dos movimientos nacionales en conflicto”. Y como para este fascista confeso “la tierra de Israel” es también lo poco que queda de la Palestina histórica, terminen ustedes el silogismo y no esperen 30 años para verlo en “Conspiración 2”.

 

Como dice el final de la nota de Rosa Miriam Elizalde que Silvio Rodríguez compartió en su blog Segunda Cita, esto “Es genocidio y viene de lejos”. O, en palabras de Golda Meier: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”.

 

El exabrupto de Meier fue rescatado por Rodolfo Walsh en la serie de notas que en 1974 escribió para el diario “Noticias”, y en ellas también cuestionó el enfoque que privilegia ocuparse de ciertos aspectos –que la propaganda occidental maneja de taquito- para dejar ocultos otros mucho más relevantes: “La discusión sobre los métodos es una de las formas de eludir la discusión sobre el fondo, reemplazar el por qué por el cómo”.

 

Y yendo al hueso del asunto de la violencia y cómo se la cataloga dependiendo de quién la use, escribió: “El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y también todas las reacciones. Hechas las reverencias de práctica a la actitud que prefiere condenarlo “en sí mismo” (como si algo existiera en sí mismo) su humanidad o su inhumanidad depende de sus fines. Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu también. Con estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las barreras de una propaganda que –casualmente- es la del imperialismo occidental, y decidir quién tiene la parte de la razón que las circunstancias le permiten tener. El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad. El terrorismo israelí se propuso dominar a un pueblo, condenarlo a la miseria y al exilio. En la más razonable de sus “represalias”, aparece ese pecado original”.

 

Pasaron casi 50 años y hoy Israel es mucho más extensa y poderosa frente a una Palestina bastante más exigua y débil. Ayer un compatriota celebraba los goles de Messi en Lima no con la bandera argentina, sino con la israelí. Antes del partido ya se sabía del bombardeo al hospital. Una actitud circunspecta hubiese sido más humana. Pero ya se sabe que “los fierros pesan, pero no piensan”. Y los fierros están hundiendo a Israel.

 

Por Carlos Semorile.

viernes, 13 de octubre de 2023

Exterminad a todos los palestinos


   ¿No les hace ruido -léase estruendo -que tantas voces estén condenando por igual al Estado de Israel como a las organizaciones palestinas, reeditando sin pudor alguno la nefasta teoría de los dos demonios?

 

   ¿De verdad creen que se puede padecer una estratégica política de exterminio para apoderarse de las pocas tierras que aún quedan en manos palestinas, y extinguirse sin reaccionar de una forma desesperada?

 

   La politóloga argentina Pilar Calveiro, autora de ensayos fundamentales como “Poder y desaparición” y “Política y/o violencia”, sostiene que la confrontación no debe ser equiparada con la violencia, pues parte de “un lugar inverso” para frenar la violencia ejercida desde “cualquier centro de poder”, y postula la existencia de linajes sociales de resistencia:

 

   “La posibilidad de la confrontación y los modos de realizarla se transmiten entre los grupos sociales y entre las generaciones, construyendo una memoria que se comunica de diversas maneras. Así, se podría hablar de “linajes sociales” de confrontación y resistencia en los más diversos ámbitos, que conservan y “pasan” este aprendizaje. Todo acto de desafío se apoya en experiencias previas y, a su vez, expande la posibilidad de cuestionamiento, presente y futura, de los poderes constituidos” (en “Familia y poder”).

 

   Para debatir con seriedad, la primera condición es no partir de premisas falsas, pues no todas las violencias son lo mismo: la confrontación con el centro de poder parte de ese lugar inverso y siempre supone un desafío. Y ese cuestionamiento tiene una historia que no empezó ayer ni con la confrontación más reciente, pero además genera linajes sociales de resistencia que –por su propio legado al interior de las comunidades- hacen que la dominación nunca pueda ser total, absoluta y permanente.

 

   A no ser claro que, comprendiendo esta dinámica, lo que se busque sea “la solución final” y, en vez de un genocidio por goteo, se propongan borrarlos de la faz de la tierra, o mejor, de esas tierras que tanto codician.    

 

   Si esta es la idea no sólo los israelíes no tienen razón políticamente, sino que tampoco la tendrán históricamente, y seguirán repitiendo el mismo ciclo de barbarie por la que ya en 1979 el cubano Luis Rogelio Nogueras les dedicó su poema “Alto”: “Pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó, pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión (…) Pienso en ustedes y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno”.

 

   No los avala ni el pasado ni el presente. Mucho menos el incierto futuro.

 

Por Carlos Semorile.

lunes, 9 de octubre de 2023

Tener un pueblo


   Ayer compartimos un domingo regado de anécdotas entre primas y primos evocativas y memoriosos, desovillando el hilo de una historia que empezó en Armenia, y que sobre este suelo y bajo este cielo pudo continuar en condiciones de tierra, techo y trabajos que adquirieron la forma de limoneros, higueras, y patios donde los nietos (la segunda camada argentina) jugaron y disfrutaron de sus abuelos que se salvaron por los pelos del Genocidio perpetrado por el Estado Turco.

 

Desde luego, la charla también estuvo atravesada por una coyuntura nacional e internacional que bajo distintas formas vuelve a jaquear la condición humana a través de una doble vía: en algunas regiones, se presenta bajo el rostro atroz de la prepotencia armada de quienes se consideran dueños de territorios cuya sacralidad pregonan pero no respetan, y en todas partes desarrolla una programación cultural que pivotea sobre el autodesagrado como base para lograr el despojo.

 

Cuando ayer escuchaba al primo Leo hablar de la agnotología como una disciplina dedicada a sembrar la ignorancia, pensaba –además de que él debería poner estas ideas por escrito- que de aquella generación que compartía su infancia al amparo de abuelos, padres, tíos e inclusive amigos que eran parte de las familias, a esta otra donde la conectividad pasa por los ordenadores, se va perdiendo aquello que planteó Rita Segato: “El primer derecho de un ser humano es tener un pueblo”.

 

Es decir, “ser parte de un pueblo” del mismo modo que somos parte de una familia y de una historia que merece ser conocida y respetada porque, como ya sabemos, no se ama aquello que no se conoce.

 

Hace 90 años, ante una coyuntura regional igualmente difícil, mi abuelo Eusebio Dojorti trataba de despertar a sus paisanos sanjuaninos, y en particular a los más jóvenes: “…no olvide que la indiferencia es un renunciamiento deshonesto y cobarde. Deje de andar tontamente girando por la plaza, comprenda la juventud toda la crueldad y toda la miseria de nuestro oscuro drama sanjuanino y domine ese estúpido temor al ridículo que la esteriliza, y mata en germen sus más nobles inquietudes. Abandone el plano inferior de su vida sin fatigas generosas, exasperante de mediocridad, y sienta con hondura la enorme responsabilidad de ser hombre. No pose de elegante aburrimiento, no haga la desencantada a los veinte años de nuestra juventud. Escuche las palabras del psicólogo contemporáneo: “En plena juventud, el escepticismo es una aberración mental y moral. Porque el escepticismo sólo se explica como la última actitud filosófica ante la vida”.”

 

Los monstruos crecen si jugamos al desencanto y pensamos que todo da lo mismo. Pero entre el abatimiento y la dignidad hay un abismo.

 

Por Carlos Semorile.