Anoche, en la embajada de México en Argentina, se realizó la
presentación del libro
digital multimedia “El arca en el exilio”, de Sara Melul y Luisa Galli. El
trabajo surgió en plena pandemia a partir de una idea de Luisa Galli para, en
un contexto que muchos autores compararon a una nueva situación exiliar,
rescatar la memoria de tantos compatriotas que recalaron en México y para
transmitir a las nuevas generaciones las razones de las luchas que ellos
sostuvieron.
Como contó Sara Melul, cada reunión de trabajo con Luisa fue como uno de
esos recreos que compartían en la cárcel de Villa Devoto, donde ambas se
conocieron en 1974, y así –entre recuerdos y rescates de tantas compañeras y
compañeros que fueron parte de los llegados al arca mexicana que los cobijó y
contuvo- pudieron compilar las “Producciones
culturales, científicas y artísticas de los protagonistas del exilio argenmex
1974-1984”, como reza el subtítulo del libro.
Melul explicó, y no podía ser de otro modo, que la concreción del libro
se debió a un trabajo colaborativo donde cada entrevistada y cada entrevistado
sumó algo más a la memoria de ese tiempo signado por pérdidas, pero también por
la seducción de una tierra, un pueblo y una cultura que los hizo descubrirse mestizos
y ampliar sus identidades hasta sentir, como dijo la embajadora Lilia Rossbach
parafraseando a Juan Villoro, que una parte de Argentina se llama México.
No fue muy distinto lo que a su turno expresaron los presentadores Jorge
Bernetti, Oscar González y Mempo Giardinelli, quienes fueron retratando el modo
amoroso en que México los cuidó y les hizo sentir que allí (no en su segunda
casa sino, como aclaró Mempo, en “la” segunda casa de todas y todos ellos) podían
seguir expandiendo el amor a la vida que en su momento los llevó a militar para
que las grandes mayorías argentinas pudiesen recuperar “el derecho al goce”.
Estos tres caballeros fueron muy medidos al momento de hacer uso del
tiempo de sus exposiciones, tiempo que utilizaron para rescatar las figuras de
tantos compañeras y compañeros que ya no están entre nosotros y que también
gozaron del modo en que México resguardó su integridad, siendo emblemático el
caso del expresidente Héctor Cámpora, quien vivió en la bellísima casa que es
la sede de la embajada mexicana, y que de alguna manera inauguró el tiempo del
exilio.
Todo el acto estuvo atravesado por la fortísima emoción de la gratitud por
la solidaridad recibida cuando el diluvio genocida asoló el país argentino.
Hubo muchos abrazos, pero hay que decir que los mismos comenzaron en las palabras
dichas y que contuvieron a los presentes y a los ausentes. Porque en materia de
cobijo no puede haber distingos.
Por Carlos Semorile.
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