¿De verdad creen que se puede padecer
una estratégica política de exterminio para apoderarse de las pocas tierras que
aún quedan en manos palestinas, y extinguirse sin reaccionar de una forma
desesperada?
La politóloga argentina Pilar
Calveiro, autora de ensayos fundamentales como “Poder y desaparición” y
“Política y/o violencia”, sostiene que la confrontación no debe ser equiparada
con la violencia, pues parte de “un lugar
inverso” para frenar la violencia ejercida desde “cualquier centro de poder”, y postula la existencia de linajes
sociales de resistencia:
“La posibilidad de la confrontación y los modos de
realizarla se transmiten entre los grupos sociales y entre las generaciones,
construyendo una memoria que se comunica de diversas maneras. Así, se podría
hablar de “linajes sociales” de confrontación y resistencia en los más diversos
ámbitos, que conservan y “pasan” este aprendizaje. Todo acto de desafío se
apoya en experiencias previas y, a su vez, expande la posibilidad de
cuestionamiento, presente y futura, de los poderes constituidos” (en “Familia y poder”).
Para debatir con seriedad, la
primera condición es no partir de premisas falsas, pues no todas las violencias
son lo mismo: la confrontación con el centro de poder parte de ese lugar
inverso y siempre supone un desafío. Y ese cuestionamiento tiene una historia que
no empezó ayer ni con la confrontación más reciente, pero además genera linajes
sociales de resistencia que –por su propio legado al interior de las
comunidades- hacen que la dominación nunca pueda ser total, absoluta y
permanente.
A no ser claro que,
comprendiendo esta dinámica, lo que se busque sea “la solución final” y, en vez
de un genocidio por goteo, se propongan borrarlos de la faz de la tierra, o
mejor, de esas tierras que tanto codician.
Si esta es la idea no sólo los
israelíes no tienen razón políticamente, sino que tampoco la tendrán
históricamente, y seguirán repitiendo el mismo ciclo de barbarie por la que ya
en 1979 el cubano Luis Rogelio Nogueras les dedicó su poema “Alto”: “Pienso en ustedes, judíos de
Jerusalem y Jericó, pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión (…) Pienso
en ustedes y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del
infierno”.
No los avala ni el pasado ni
el presente. Mucho menos el incierto futuro.
Por Carlos Semorile.
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