Una entelequia insostenible, como cada vez que alguna civilización quiere eliminar una cultura que ha resistido todos los intentos de borrarla para hacer más grande aún, como sucede en este caso, al único estado étnico del mundo.
Un estado supremacista que
está llevando adelante un genocidio a vista y paciencia de las grandes
potencias –salvo algunas honrosas voces, como la del presidente Lula da Silva-,
pero cuyos pueblos condenan la aberración de una masacre feroz que tiene todos
los componentes de un arrasamiento planificado y voraz hasta que no quede ni
una brizna de vida palestina.
Si alguien -desde la
pertenencia religiosa o cultural que sea- cree que puede no condenar los hechos,
avísenle que “Jerusalem del Medio” nunca existió.
Por
Carlos Semorile.
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