Cada vez que a un
pueblo sometido se le ocurre confrontar con su histórico sojuzgador, muy
rápidamente se reinstala la moda de hablar de “la violencia” y, cual tilingas
de un concurso de belleza, muchas y muchos terminan haciendo un abstracto y
patético llamado a la paz. Para no caer en semejantes huevadas y, sobre todo,
para no banalizar las luchas de los pueblos, conviene recordar lo que dijera Horacio
González charlando con el historiador Javier Trímboli: “El que hace una historia no puede asustarse porque haya violencia. Al
contrario. Ni festejarla ni asustarse” (en “Gonzalianas. Conversaciones sin
apuro”).
¿Por qué rescatamos
esta reflexión? Por un lado, por su enunciado más evidente -una vez surgida la
violencia, no debemos festejarla ni asustarnos-, y porque lo que sí debemos
hacer es historiarla, ponerla en contexto para intentar comprenderla. Como le
sugería El Profe a Trímboli no es aconsejable “reprobar todo” en su conjunto como si la historia se tratara de un
intercambio de cadáveres y huesos y, sospechamos nosotros, como si esa falsa
permuta no estuviese signada por decisiones políticas de muy distinto calibre y
cuyas responsabilidades no son equivalentes.
Y este es el otro
punto cuyo rastro debe seguirse para conocer los objetivos estratégicos que
determinan que una potencia militar descomunal como Israel se dedique a
bombardear un hospital de Gaza, dejando un saldo –provisorio- de más de 500
muertos.
Ahora que todas y
todos vemos series policiales en las más diversas plataformas, deberíamos
seguir ese espantoso caudal de sangre y ver si no conduce al “Plan Decisivo de
Israel”, cuyo autor es Bezalel Smotrich, actual ministro de finanzas y gestor
de los territorios ocupados, quien ya en 2017 sostuvo que “en la tierra de Israel no hay lugar para dos movimientos nacionales en
conflicto”. Y como para este fascista confeso “la tierra de Israel” es también lo poco que queda de la Palestina
histórica, terminen ustedes el silogismo y no esperen 30 años para verlo en
“Conspiración 2”.
Como dice el final
de la nota de Rosa Miriam Elizalde que Silvio Rodríguez compartió en su blog
Segunda Cita, esto “Es genocidio y viene
de lejos”. O, en palabras de Golda Meier: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”.
El exabrupto de
Meier fue rescatado por Rodolfo Walsh en la serie de notas que en 1974 escribió
para el diario “Noticias”, y en ellas también cuestionó el enfoque que
privilegia ocuparse de ciertos aspectos –que la propaganda occidental maneja de
taquito- para dejar ocultos otros mucho más relevantes: “La discusión sobre los métodos es
una de las formas de eludir la discusión sobre el fondo, reemplazar el por qué
por el cómo”.
Y yendo al hueso del asunto de la violencia y cómo se la
cataloga dependiendo de quién la use, escribió: “El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y
también todas las reacciones. Hechas las reverencias de práctica a la actitud
que prefiere condenarlo “en sí mismo” (como si algo existiera en sí mismo) su
humanidad o su inhumanidad depende de sus fines. Nuestra Revolución de Mayo fue
terrorista. El general Aramburu también. Con estas precisiones es posible
reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las barreras de una propaganda
que –casualmente- es la del imperialismo occidental, y decidir quién tiene la
parte de la razón que las circunstancias le permiten tener. El objetivo del
terrorismo palestino es recuperar la patria de que fueron despojados los
palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de
legitimidad. El terrorismo israelí se propuso dominar a un pueblo, condenarlo a
la miseria y al exilio. En la más razonable de sus “represalias”, aparece ese
pecado original”.
Pasaron casi 50 años
y hoy Israel es mucho más extensa y poderosa frente a una Palestina bastante
más exigua y débil. Ayer un compatriota celebraba los goles de Messi en Lima no
con la bandera argentina, sino con la israelí. Antes del partido ya se sabía
del bombardeo al hospital. Una actitud circunspecta hubiese sido más humana.
Pero ya se sabe que “los fierros pesan,
pero no piensan”. Y los fierros están hundiendo a Israel.
Por Carlos
Semorile.
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