Cuando podamos repasar serenamente este “tiempo de canallas”, se verá la magnitud de nuestra hazaña colectiva porque, como alguna vez escribió Cooke, “Quedamos solos como lo estaremos cada vez que se juegue la suerte de
Como sus
socios del Proceso, sembraron el país de hambre, muerte y desolación y, como
decía “Marucho” Maestre, “sólo les faltó cagar en cada esquina”. Todavía están
a tiempo, y no es improbable que se despidan apelando al repertorio de barbarie
y sangre que llevan en su ADN. Pero una buena parte del pueblo argentino ha
demostrado una templanza digna de todo elogio, y ha resistido en paz la
inclemencia infligida por esta cofradía de cipayos incapaces de apiadarse de
nadie.
Aún está por
escribirse el “diario de los años de la peste”, y debe hacerse por todos
aquellos que no alcanzaron a palpar esta esperanza. Y para recuperar el
lenguaje comunitario que también nos afaron.
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