domingo, 17 de diciembre de 2023

Una clase de filosofía política


 

“Puán” es una voz sobre cuyo origen existe una controversia, pero en tanto sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA es un significante colmado de sentidos que remiten tanto a su historia como a su presente ubicación en la calle del mismo nombre. Pero ahora es también una extraordinaria película que habilita diversas lecturas y que, además, parece destinada a perdurar como una de esas gemas del cine nacional que tocan al unísono una fibra sensible y otra intelectual.

 

Ese entrevero entre la razón y el corazón está muy bien planteado tanto desde el guión como desde la dirección (ambos a cargo de María Alché y Benjamín Naishat), pero alcanza su mejor despliegue en la formidable y sobria interpretación de Marcelo Subiotto en el rol del profesor Pena. El resto del elenco también se luce encarnando personajes que forman parte de ese mundo académico y cotidiano, atravesado por pérdidas, solidaridad, encumbramientos y rivalidades.

 

La primera escena donde vemos a Pena a cargo de una clase, la misma es interrumpida por una militante que advierte sobre la frágil situación de la vida estudiantil. En esa toma está condensado el devenir de “Filo”, que en los años 60 albergó a la naciente carrera de sociología y donde Horacio González junto con un estudiante del CEFyL entraron al aula en la que Borges daba la materia Inglés Medieval para “levantar la clase porque han asesinado a Mussy, Méndez y Retamar”.

 

En el recuerdo de González, “las señoras que venían a escuchar sus clases, muchas con tapado de piel, daban vuelta sus cabezas dejando el cuerpo inerte (…) Pero mostrando caras desencajadas. Esos nombres, inmigratorios y criollos de los obreros asesinados, nada podía decirles, ante la profanación de la palabra de Borges”. Creemos que en “Filo” ya no se ven tapados de piel, pero Pena le da clases particulares a una ricachona. ¿Qué diría Horacio de los rebusques del profe precarizado?

 

Muchas cosas han cambiado desde aquella sede de la calle Viamonte 430, a dos cuadras del Bar Moderno donde, según otro profesor ficcional –el Echeverría de una de las novelas gonzalianas-, seguían escuchándose voces que mencionaban al “Viejo”. Tampoco es la época de Independencia 3065, que había sido un convento y luego “un reducto de revolucionarios”. Pero en Puán sigue practicándose la retórica que “es la gran ciencia de los siglos (…) que nos comunica con los antiguos”.

 

Uno de los inmensos méritos de “Puán” es reflejar de qué modo    aquí sigue viva la retórica, más allá de los “papers” y de la importación de prestigios. Por eso la filosofía política del profesor Pena va de los claustros a los barrios, y por ello la película termina en el sitio donde lo hace, y concluye de esa particular manera. De un modo memorable.  

 

Por Carlos Semorile.

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