Según los
dichos de Trump, Estados Unidos (ese extraño país sin nombre propio) va a tomar
la posta y suplantar al Estado Terrorista de Israel (ese extraño estado que se
ha ganado con creces la caracterización de terrorista) para concluir el
genocidio del pueblo palestino en aras de un gran negocio inmobiliario a
desarrollar en la ribera occidental de Gaza.
Es sabido que
los nazis contaron con la colaboración de organizaciones fascistas que, al
interior de los territorios ocupados, se encargaron de exterminar todo tipo de
"indeseables", desde comunistas a nacionalistas, desde gitanos a
homosexuales y discapacitados. Pero el sionismo está empeñado en acceder a una
etapa superior del salvajismo occidental ilustrado, y este proyecto de
genocidio subrogado -vía Trump/EE.UU.- se parece al alumno que aventaja al
maestro.
Qué saldrá de
este engendro es harto difícil pronosticarlo, porque ni la matanza de más de
45.000 palestinos (cifra que la revista médica The Lancet aumenta en un 70%, y
que además en su mayoría han sido mujeres y niños), ni una de esas intervenciones
gringas que funcionan de maravillas en la virtualidad del cine y casi nunca en la
cruda realidad, pueden asegurar el éxito de los criminales planes sionistas. Como
dijera Wright Mills, “Escucha, yanqui”,
y muévete por Gaza y en defensa propia.
Por Carlos Semorile.
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