Ay, Pepe! Justo tú hablando de “ponerse las pilas”. ¿Con
qué necesidad, vo´? ¿Son tan distintos los códigos de la militancia “al otro
lado del río”? ¿Tanto peluquero ´e rancho para terminar diciendo huevadas? Al
final, tenía razón Galeano: “Si el pelo fuera importante, estaría dentro de la
cabeza, y no afuera”. Hacenos un favor, Pepe: dejá de querernos tanto. Porque
el tuyo, como el de la Conferencia Episcopal, es un cariño malsano. Es evidente
que las ojotas y el escarabajo son un modo de plantarse frente al consumismo
desenfrenado. Una manera legítima pero extrema. El problema con esa
“iconografía Mujica” es que -al igual que el consignismo vacío del trotskista o
del progre liberal- obtura la posibilidad de pensar los problemas reales de
naciones como Brasil, Venezuela o la Argentina, que necesitan y deben salir del
“primitivismo agropecuario” por la vía de la industrialización, la sustitución
de importaciones y el pleno empleo.
Además, hay un tema cultural nada desdeñable. De este
lado del charco, como plantea Daniel Santoro, “el problema del peronismo no es
la lucha de clases, es la democratización del goce. Para el capitalismo es un
problema mucho más grave este que la dictadura del proletariado de cualquier
partido trotskista. Es que el problema se le hace más grave porque es un uso
contranatura porque el capitalismo no está pensado para el goce
democrático. Forzar el goce democrático es una de las afrentas más grandes
que se pueda hacer al sistema capitalista en su conjunto. Es una bomba de
profundidad en su núcleo, porque no se está renunciando al goce. El deseo
capitalista se lo lleva al paroxismo de esta manera. Entonces ahí habría que
pensar: por qué el revulsivo que provoca el peronismo”. Esta es, entonces, la
gran encrucijada. Y Pepe Mujica no es un problema argentino. La escarabajocefalia
sí lo es.
Por Carlos Semorile.
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