(Imagen: busto de Pádraig Pearse
en Plaza Irlanda, Capital Federal)
En el recorrido de Pádraig Pearse
y de su escuela St. Enda´s podemos ver cómo se dio la amalgama entre el
nacionalismo cultural y el activismo político insurgente que iba a protagonizar
las jornadas del Alzamiento de Pascua. Además, es relevante señalar que quien
escribe la Proclamación
de la República
Irlandesa es –amén de poeta- un educador.
Con sólo 16 años Pearse ya
publica artículos en el diario de La Liga Gaélica, La Espada de la Luz, y siete años después –en
1903- se convierte en el editor de este periódico donde ya venía publicando sus
ideas acerca de la educación. Esos planteos encontrarán su forma más acabada en
“La máquina de asesinar”, un ensayo que comienza ironizando acerca de las
expectativas que el parlamentarista John Redmond tenía puestas en el
Autogobierno y en su capacidad de reformular el sistema educativo irlandés,
cuya ingeniería de origen y factura inglesa procuraba formar funcionarios para
las necesidades del gobierno colonial: “Una máquina no puede hacer hombres,
pero puede romperlos. Una de las cosas más terribles del sistema educativo
inglés en Irlanda es su crueldad (…) En Irlanda se alimenta con toda la materia
humana en bruto, se apodera de ella inexorablemente y desgarra, comprime y
vuelve a moldear, y lo que no puede remodelar según el patrón de regulación lo
expulsa con toda la semejanza de su antiguo yo aplastado, una cosa magullada y
sin forma, a partir de entonces considerado desperdicio”.
En 1908, Pearse abandona de la
dirección del diario para fundar una escuela “como no se viera en Irlanda desde
el Vuelo de los Condes”. El colegio St. Enda´s va a reunir a un cuerpo de
profesores de excelencia que van a impartir sus clases en irlandés -salvo las
materias técnicas que se daban en inglés-. Como rechazaba la idea de moldear
alumnos según un patrón preconcebido, quiso inspirar al alumnado y para ello
buscó promover el vínculo discípulo-maestro tal como se daba en el sistema de
acogida de la tradición celta, cuando los padres enviaban a sus hijos a
formarse con otras familias. El St. Enda´s sólo era para varones, pero más
adelante funcionó el colegio St. Ita´s dedicado a las mujeres.
La disciplina principal era la
historia y se estudiaban los grandes ciclos gaélicos, el Feniano y el del
Ulster. En el mismo sentido de rescatar las tradiciones, los alumnos aprendían
música y danzas irlandesas, y asimismo deportes gaélicos –pero como algo aparte
de las clases de educación física, que eran toda una novedad para la época-
También les impartían clases de latín, griego, alemán, francés e irlandés con
el objetivo puesto en provocar amor al conocimiento. Los alumnos de St. Enda´s
también tenían clases de teatro, y llegaron incluso a representar obras donde
se exaltaban valores como el heroísmo. Y es que en Pearse se conjugan los
grandes temas de la Liga
y del Renacimiento Literario: por ello suele decirse que es el puente entre
ambas corrientes del nacionalismo irlandés.
En 1915, ya muy comprometido con
una de las organizaciones que protagonizarán el Alzamiento, dirá en el funeral
del líder feniano Jeremiah O´Donovan Rossa: “Nuestros enemigos son fuertes,
listos y cautos (…) Creen que han pacificado Irlanda. Creen que han comprado a
la mitad de nosotros y han intimidado a la otra mitad. Creen que han previsto
todo, creen estar preparados para todo (…) ¡Insensatos, insensatos, insensatos!
Nos han dejado a nuestro feniano muerto, y mientras tumbas como esta estén en Irlanda,
la Irlanda
sometida nunca estará en paz”. Como dice Pearse, los ingleses no habían
“previsto todo” y por eso el Alzamiento de 1916 los tomaría de sorpresa pese a
los informes que sus servicios de inteligencia hicieron llegar al Castillo de
Dublín.
Superando algunas gruesas
desinteligencias de último momento, el lunes de Pascua de 1916 los miembros de
los Voluntarios Irlandeses y del Ejército Ciudadano Irlandés se reunieron
frente a la sede del Sindicato de Trabajadores, dando cumplimiento a la profecía
que había hecho uno de los líderes del movimiento Irlanda Joven, Thomas Davis:
“Ahora ya tenemos un movimiento literario. Esto no es muy importante. Vendrá
seguido de un movimiento político. Eso no será muy importante. Entonces vendrá
un movimiento militar. Eso es lo que será realmente importante”.
Según John O´Beirne Ranelagh, al
mediodía de ese 24 de abril “(James) Connolly y Pearse se dirigieron con un
grupo (…) y entraron corriendo en el edificio de Correos (…) convirtiéndolo en
su cuartel general durante cinco días. Allí James Connolly se dirigió a sus
hombres y les dijo que ya no eran miembros del Ejército Ciudadano Irlandés ni
de los Voluntarios Irlandeses, sino del ‘Ejército de la República Irlandesa’”,
es decir el IRA –por sus siglas en inglés-.
Luego de tomar los principales
edificios de Dublín, Pádraig Pearse leyó frente a la Oficina Central de
Correos la Proclamación
de la República
Irlandesa, la cual lo tenía como presidente designado: “El
Gobierno Provisional de la REPÚBLICA IRLANDESA al Pueblo de Irlanda.
IRLANDESES E IRLANDESAS: En el nombre de Dios y de las generaciones muertas de
las cuales recibió su vieja tradición y nacionalidad, Irlanda, a través de
nosotros, convoca a sus hijos bajo su bandera y se rebela por su libertad (…)
En esta hora suprema la
Nación Irlandesa, por su valor y disciplina y por la
disposición de sus hijos para sacrificarse por el bien común, es prueba
fehaciente por sí misma del destino al que es llamada”.
Desde el punto de vista militar
estaban condenados a sostener las posiciones conquistadas, las cuales no
podrían sostener por demasiado tiempo. Sin embargo, en base a heroísmo,
tenacidad y capacidad de resistencia y creatividad, dieron una formidable
batalla que obligó a que los ingleses movilizaron a tropas que creían estar
siendo trasladadas a Bélgica. Con singular impiedad, Dublín fue sitiada,
ametrallada y bombardeada.
El escritor James Stephens,
testigo del bombardeo inglés sobre Dublín (en teoría parte del Imperio),
escribió: “Nuestra memoria histórica es muy tenaz, cierto; pero durante la
extensísima y miserable odisea de nuestra relación, nunca nos han dado una sola
muestra de generosidad que recordar, y no pueden pedirnos nuestro afecto o
fervor hasta habérselos ganado. Somos gente buena, casi los únicos cristianos
que quedan en el mundo; no hay nación que haya demostrado tanta tolerancia
increíble hacia sus opresores como nosotros hemos mostrado siempre hacia
ustedes. No hay nación que haya perdonado a sus enemigos como nosotros los
hemos perdonado a ustedes, una y otra vez a lo largo de generaciones de
desdicha, y la persistencia de nuestra tolerancia solo puede compararse con la
persistencia de sus maltratos”.
El sábado 29 de abril, Pearse –en
tanto presidente del gobierno provisional de la República Irlandesa
y, a la vez, comandante en jefe del IRA- rindió sus fuerzas ante la inmensidad
de la brutalidad británica y con el fin de no sacrificar más vidas.
El general inglés a cargo de la
represión –un hombre que había peleado en la sanguinaria Guerra de los Bóers-
ordenó que los comandantes rebeldes fueran siendo pasados por las armas como
represalia a su osadía, y para escarmiento de Irlanda toda. Seis de los siete
firmantes de la
Proclamación y ocho rebeldes más fueron fusilados por goteo
en un lapso de diez días. El primero en caer fue nada menos que el
poeta-maestro-presidente Pádraig Pearse, fusilado el día 3 de mayo: la
represalia también se cobraría la vida de su hermano William e incluiría la
ocupación del colegio donde se formaron tantos jóvenes que participaron del
Alzamiento, el St. Enda´s.
Cuando Yeats escriba la elegía de
esa semana crucial, dirá que “Una terrible belleza ha nacido”. El objetivo no
se alcanzó, pero se consiguieron otras cosas muy importantes Los hombres y
mujeres de 1916 sabían que podían fracasar en términos inmediatos pero que
dejaban abonado, con hechos y con palabras, un camino para que la generación
siguiente pudiese triunfar.
Como escribió Sergio Kiernan: “La
rebelión de 1916 fue, en cierto modo, una patriada perdida, lo que Jauretche
llamaría una chirinada, un gesto poético y una feroz forma de dar la vida por
la patria. Fue también un anacronismo a la manera de los levantamientos de
1798, pensada para conmover y para despertar a los irlandeses. Funcionó en eso,
pero la generación que tomó la posta y ganó la guerra de independencia ya tenía
otra formación, otro horizonte y otras palabras. Sobre todo, tenían la voluntad
y la imaginación de ganar, podían concebir una Irlanda que no cayera en el
dolor del fracaso sino que tuviera su día y su retorno a la nacionalidad. Un
país así fundado es un país que tiene a la literatura y a la palabra muy cerca
de su centro”.
Por Carlos Semorile.