“El Régimen!!!”, brama una voz estentórea cuya furia
tremebunda pone a temblar los cimientos de Radio Nacional. El latiguillo sale
de la crispada garganta de Magallanes, y pretende catalogar al gobierno
kirchnerista dentro de un conjunto de regímenes populistas, abusivos,
totalitarios. Es una denuncia y, a la vez, un grito de guerra que recoge y hace
suya la pavura de “El matadero”, retoma la extrañeza frente al indócil
“Facundo”, y se horroriza ante la presunta reedición de “La fiesta del monstruo”.
Lo notable de este aquelarre de barbarismos es que Magallanes, ni en sus
mejores días, sería capaz de acertar con los autores de estas ficciones que
para él pasan por realidades. Su ignorancia –que es vastísima- no lo arredra en
lo más mínimo, ni tampoco los datos, que suelen contradecirlo casi con saña.
Pero, a todo esto, ¿quién es Magallanes?
En principio es una voz sin rostro que, por error o
por destino, fue a parar al programa y al dial equivocado. Sus compañeros de
“Mañana más” no parecen saber de Magallanes más de lo poco que sabemos sus
oyentes: que ya no es un pibe, que vive con “Madre”, y que su empleada
doméstica se llama Zulma. Ningún colega parece habérselo cruzado jamás en
ninguna redacción pero lentamente, a fuerza de epítetos y agravios, ha llegado
a posicionarse bastante bien como para aspirar al trono de “periodista
independiente”. No ha investigado nada en su vida, y es poco probable que haya
escrito otra cosa que una tarjeta postal enviada desde La Barra o José Ignacio.
Repite los titulares de Clarín con el mismo candor que lo subyugan los zócalos
de TN, pero deja en claro que por tradición y estirpe lo suyo es más tirando a
“Nación”.
Claro, lo plebeyo –aunque sea opositor- le provoca un
regusto amargo, y en cambio se relame con todo aquello que porte el aura de
cierto prestigio. Es más: su boca se engolosina y hasta se empalaga si dice
palabras como “moralessolá”, “nelsoncastro”, o “sociedadinteramericanadeprensa”
(sí, todas juntas, porque habla con la papa en la boca). Por otra parte, es manifiestamente
incapaz de pronunciar correctamente los nombres de quienes hacen y apoyan este
y otros proyectos nacional-populares, así como tampoco acierta a enunciar correctamente
conceptos fundamentales de los mismos, como quien dice equidad, justicia, o solidaridad.
Podría decirse que, en estos casos, su elitismo atraviesa una fase oral que de
inmediato lo lleva de la náusea a la repulsión. Para decirlo de una vez: es un
gorila en estado puro; es decir: un ser atravesado de cabo a rabo exclusiva y
únicamente por una bola bien grande y bien peluda de prejuicios.
De tal suerte, Magallanes es un hombre en estado de
exabrupto. Con cierta frecuencia se le ha escuchado festejar las derrotas del
gobierno (y aún las del Estado Nacional), confesando que se “cacerolea encima”,
e inclusive que se “gorilea encima”. Y no le exijan mayores reflexiones porque,
en el fragor de su odio de clases, empieza a gritar como un energúmeno y no
escucha nada que no sea su propio discurso. Palabras que hasta él sabe que no
son suyas. ¿Cuántas veces no ha dicho “no pongan en mi boca las cosas que
escribe Clarín”?
Cuando no “se saca”, Magallanes aparenta ser el socio
más atildado y british de un muy exclusivo club de tenis o de golf. Pero la
amabilidad de los diálogos que por momentos entabla con Galende, Brienza, Veiras,
Ulanosky, Ojitos de Miel, y otros columnistas de la audición, se va
literalmente al carajo cuando las medidas distributivas del “régimen” acaban
por desnudar su verdadera naturaleza, y se revela su índole criminal. En tales
situaciones, termina pidiendo que “la embajada” tome cartas en el asunto. En
nuestros asuntos.
Como ya dijimos, resulta difícil pensar en alguien
menos preparado, menos reflexivo, y a la vez más ignorante y necio que
Magallanes. Pero pregunto si este retrato suyo no les ha hecho recordar a
alguien, cercano o no, que seguramente tiene muchos de sus rasgos, por no decir
casi todos. En cierta manera, Magallanes es el arquetipo mismo del Gorila, el “non
plus ultra” del Gorila. Y en algún sentido, no buscado ni deseado por él,
Magallanes es también una creación del Kirchnerismo. Magallanes es,
parafraseando a Cooke, “el hecho maldito del país K”.
Muy lúcido post. Mis felicitaciones.
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