lunes, 12 de diciembre de 2011

“Soy un proyecto colectivo” (CFK)

Casi al finalizar su discurso ante la Asamblea Legislativa, la Presidenta realizó una definición formidable al agradecer, en nombre del conjunto de hombres y mujeres que ella conduce, el apoyo recibido en las urnas: “Yo no me la creo. Yo sé que represento un proyecto colectivo, que no soy yo. Soy un proyecto colectivo..., nacional y popular…, y democrático, profundamente democrático”. Se ha resaltado, con justeza, esta última parte de la frase, en contraposición al supuesto autoritarismo de los gobiernos kirchneristas. Al llegar al tercer período consecutivo, es bueno que peleemos por las palabras y por los conceptos que ellas definen: además de nacional y popular, lo que en sí ya es bueno, este proyecto es “profundamente democrático”. Pero creo que, además, habría que acentuar el tramo que va desde la representación del proyecto colectivo, hasta la enunciación de un nudo identitario que nos atraviesa como comunidad: “Soy un proyecto colectivo”. A riesgo de ser arbitrario, pienso que en la primera afirmación -“Yo sé que represento un proyecto colectivo”- caben todas las medidas de reparación social que se tomaron del 2003 a la fecha, y lo que cada una de ellas provoca en las grandes mayorías argentinas. Al respecto, y a partir de cierto punto de recuperación, se suscita un problema (que a algunos puede parecerles menor debido a todo lo que aun falta); el asunto es: ¿cómo se describe un tiempo dichoso, una época feliz, un tiempo esperanzado en base a sólidas razones? Como antes sucediera con Néstor, las palabras de la Presidenta emocionan y conmueven, pero además nos elevan a su propia estatura de estadista. ¿Cómo se explica sino que casi todos estemos pensando en la Nación, en el Pueblo y en la Patria? Y es que, amén de la “realidad efectiva”, hay una dimensión anímica donde el verbo de Cristina va obrando esta resurrección de lo que fuera nuestro adormecido espíritu nacional. En cada disertación suya, en cada uno de sus discursos, en cada una de sus exposiciones, se va dibujando un rostro humano que recobra “la vertical de la dignidad humana”. Escuchándola, nos seguimos acercando a esta intensa toma de conciencia de todo lo argentino y, a la par, vamos quedando preñadas y preñados de realidades, de objetivos a futuro, de porvenir. De este modo, las plazas, las calles, las fábricas, los clubes, las avenidas, los teatros, las canchas y hasta las rutas se han visto colmadas por multitudes grávidas que acuden al llamado de la representación (“represento un proyecto colectivo”). Pero hay algo más. Esta espléndida gravidez popular viene asumiendo el nombre de los padres del renacido Proyecto porque intuye, o mejor, sabe, que en el alumbramiento de esta criatura se juega el ser o no ser colectivo que a todos nos alcanza. Desde los días del Bicentenario, las muchedumbres argentinas vienen resquebrajando las solemnes estampas de una identidad congelada y mustia. No es casual que Cristina le haya dedicado importantes tramos de sus alocuciones al A.D.N. del “kirchnerismo” que entronca, fuertemente, con las raíces de los movimientos nacionales y populares del siglo XX, e incluso del siglo XIX. Y ahora, en tiempos de “sintonía fina”, la Presidenta se despoja del “yo” individual y da paso a la Líder: “Soy un proyecto colectivo”. Todos los que, de un modo u otro, nos sumamos a esta felicidad compartida nos reconocemos en cada uno de los demás. Rompemos el maleficio de nuestros enemigos porque, vigorosamente, dejamos de desconocernos para asumir una identidad colectiva que construimos entre todos, y que entre todos toca defender. Las diversas banderas que nos cobijan están flameando. Hemos empezado a ser este proyecto colectivo porque ahora somos -y queremos seguir siendo- nosotros mismos.
Por Carlos Semorile.

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